El desamparo de las viudas de Malaui

Mujeres con cubos llenos de comida en Malaui
REUTERS / SIPHIWE SIBEKO
Actualizado: viernes, 12 octubre 2018 11:54

MWINGITSA (MALAUI), 12 Oct. (Thomson Reuters Foundation/EP) -

Perder a un ser querido ya es trauma suficiente, pero en el caso de Malaui si eres mujer y te has quedado viuda debes afrontar además el desahucio a manos de la familia de tu marido, que se reparte a la propia mujer y sus bienes como un botín de guerra.

Salomé Nkalawire lo perdió todo cuando su marido murió. La pareja había conseguido adquirir un pequeño terreno agrícola en la localidad de Mwingitsa, en el sur de Malaui, que proporcionaba el sustento suficiente para mantener a sus cuatro hijos.

La joven viuda, de tan solo 28 años, siguiendo la tradición, tuvo que someterse a una ceremonia en la cual los hombres de la familia del marido deciden si quieren tomarla como esposa. En tal caso, adquieren también todos sus bienes, incluida la tierra. En cambio, si la rechazan, el saqueo se abre a toda la familia del fallecido.

"Me permitieron vivir en la tierra que habíamos comprado pero solo durante seis meses antes de que la familia de mi marido se mudara", recuerda Nkalawire en declaraciones a Thomson Reuters Foundation.

Las misma tradición que la despojó de sus tierras impone que la familia del marido debe construir una casa para la viuda una vez que ésta vuelva con su propia familia. Nkalawire vive con sus hijos en un habitáculo que servía de cocina a su madre. Sigue esperando a que su antigua familia política cumpla su parte del trato.

Como ella, hay otras muchas en Malaui. Las mujeres suponen el 70 por ciento de la fuerza agrícola del país, según datos de la ONU. Sin embargo, un informe de 2015 de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) señala que solo el 17 por ciento de la tierra tiene a mujeres como propietarias legales.

UN SISTEMA INJUSTO

Este desequilibrio se debe al peso que aún tiene la tradición en la nación africana. En Malaui hay dos sistemas para heredar la tierra, uno que sigue la línea paterna y que se aplica en el norte, y otro que da preferencia a la línea materna y rige en el centro y el sur.

Bridget Matinga Katunda, investigadora de la Universidad Stellenbosch de Sudáfrica, denuncia que el sistema matriarcal apenas se cumple. En estos casos, los jefes de los clanes siguen teniendo la última palabra sobre el destino de las posesiones de la viuda.

Para equilibrar la balanza, el Gobierno aprobó en 2015 una ley sobre el reparto equitativo de tierras entre los cónyuges y sus familias tras la disolución del matrimonio, ya sea por divorcio o por muerte. Y un año después aprobó otra ley en la que reconoce el derecho de las mujeres a la tierra.

"Hemos visto casos de mujeres que se han quedado totalmente desamparadas tras la muerte de sus maridos porque han perdido la mayoría de sus propiedades. Como Gobierno, estamos decididos a proteger a estas mujeres con la ley", asegura la ministra de género, infancia, discapacidad y bienestar social, Jean Kalilani.

UN CÍRCULO VICIOSO

No obstante, Emma Kaliya, directora de la Red de Género, que aglutina a varias ONG de Malaui dedicadas a la defensa de los derechos de las mujeres, alerta de que la teoría legal está lejos de ser una realidad. "Las mujeres necesitan tener las mismas oportunidades (que los hombres) para acceder a la tierra", defiende.

Tiongwe Waluza, de la ONG británica Chance for Change, explica que estas mujeres quedan expuestas a todo tipo de abusos cuando regresan a sus lugares de origen. Muchas, alerta, ven en el trabajo sexual su único medio de vida para ellas y sus hijos.

Lucky Kabanga, investigadora de la revista 'Sahara-J', recuerda además que algunas de estas mujeres se vieron abocadas al matrimonio infantil quedando privadas de sus estudios, lo que limita sus posibilidades. El nueve por ciento de las niñas de Malaui se casan a los 15 años y una de cada dos a los 18, de acuerdo con UNICEF.

"Necesitamos romper el círculo de inseguridad al que se enfrentan las mujeres abandonadas y las viudas", reclama Kabanga.