Hambrientas, sedientas y sin hogar: así se encuentras las personas desplazadas en República Democrática del Congo

Desplazados por el conflicto en la escuela primaria de Kanyarucinya y sus alrededores
Desplazados por el conflicto en la escuela primaria de Kanyarucinya y sus alrededores - WORLD VISION
Actualizado: sábado, 3 diciembre 2022 10:43


MADRID, 3 Dic. (Por Geoffrey Kalebbo Denye, especialista en comunicaciones de emergencia de World Vision) -

Tras los continuos combates entre las fuerzas del gobierno y el M23, al menos 90.000 personas se encuentran desplazadas desde el 20 de octubre en el este de la República Democrática del Congo (RDC). Estos campamentos ya están abarrotados, lo que provoca un sufrimiento humano impensable.

"El tiroteo comenzó alrededor de la medianoche, y el sonido de los disparos era cada vez más fuerte y cercano. Lo que ocurría en el exterior era aterrador, pero sabía que esperar era más peligroso. Los disparos no cesaban, así que desperté a los niños. Les dije que era hora de correr", recuerda Bahati Fifi Nguruzira. A pesar de estar embarazada, y esperando su sexto hijo, emprendió un largo camino a pie de 35 kilómetros desde Rugari hasta Kanyarucinya, en el territorio de Nyiragongo.

Bahati Fifi es una de las más de 16.000 personas actualmente desplazadas y hacinadas en la escuela primaria de Kanyarucinya y sus alrededores tras los recientes combates entre las Fuerzas Armadas de la RDC y el M23. El país alberga el mayor número de desplazados internos de África, con 5,5 millones de personas. Fifi, al igual que otras personas desarraigadas recientemente de sus hogares, se suma a esa cifra. Muchas de ellas son familias ya desplazadas que tienen que huir de nuevo para salvar sus vidas, sin apenas nada.

Para Bahati, ésta es la segunda vez que ha tenido que huir del conflicto este año. "La primera vez fue hace meses, cuando tuve que dejar mi huerto de judías listo para cosechar. Cuando volví a casa me encontré con que me habían robado todas las judías. Es probable que esta vez también ocurra lo mismo. No habrá comida ni siquiera cuando volvamos a casa".

Las familias sobreviven en condiciones miserables a la intemperie, bajo los árboles, en las aulas de las escuelas y en las iglesias, donde sufren fuertes aguaceros, con un apoyo casi nulo. 

Las ramitas y hojas desde donde Bahati Fifi narra su calvario le sirven de colchón. "Aunque estaba aliviada por llegar a un lugar sin el sonido de las armas, estaba agotada. Además, no había espacio para nosotros en las aulas cuando llegamos después de un día de caminata. Encontramos un rincón y nos tumbamos en el suelo para dormir. Hacía frío, pero no teníamos nada para abrigarnos. En ese lugar, comer es un problema, dormir es un problema y lavarse es otro problema. Estamos sufriendo. El lunes, tenía mucha hambre, así que salí del campamento en busca de gente generosa que me ayudara con algo de comida. Fui a mendigar. Hoy no sé de dónde voy a sacar la comida, estoy preocupada por mi futuro bebé y por mis hijos. Por favor, no nos dejen morir de hambre y ayúdenos".

El hacinamiento en los campamentos, que carecen de las instalaciones sanitarias necesarias durante la temporada de lluvias, ha dejado a las comunidades afectadas expuestas a brotes de enfermedades como el cólera y la disentería. 

"Cuando quiero lavarme, hay gente por todas partes. Incluso cuando espero a la noche, sigue habiendo gente por todas partes. No tenemos lugares seguros y privados para el aseo. Ir al baño es aún peor. Hay que estar preparado para esperar en la cola durante mucho tiempo". Según explica Gato Mwenza Julien, uno de los responsables del campamento, hay 18 letrinas para 16.000 personas, es decir, una letrina para cada 900 personas, mientras se siguen recibiendo nuevas llegadas.

Empieza a llover mientras Bahati narra la difícil situación de los desplazados, y la persiana de lata perforada deja pasar libremente el agua. Puede que tenga que buscar otro lugar para dormir esta noche.

La situación de los niños y niñas es también crítica ya que están perdiendo comidas, educación y atención médica, y algunos podrían morir. Amina, que vive en el mismo campamento, ha estado entrando y saliendo de la escuela debido a los brotes continuos de conflicto. "Echo de menos ir a clase y a mis amigos. Hay mucha gente aquí y esto no parece demasiado seguro. A veces, los niños que se alejan de casa se pierden porque no encuentran el camino de vuelta a casa", dice el joven de 15 años.

"No tenemos comida y cuando los voluntarios nos traen algo para comer la gente se pelea por ella porque piensan que no va a haber suficiente para todos. A veces, los niños que están muy hambrientos cogen comida de otros lugares sin permiso y cuando les pillan les pegan". 

Además, Elos aseos son demasiado escasos y todo el mundo nos mira mientras hace cola para utilizarlos. Me da vergüenza, así que a veces espero a ir por la noche. Sin embargo, me da miedo porque los baños están lejos de nuestro espacio para dormir. Espero que la guerra termine rápidamente para que podamos volver a casa".

La ONG World Vision está actualmente sobre el terreno, asistiendo a múltiples crisis en el país, suministrando alimentos y agua, protección y atendiendo las necesidades psicosociales de la población desplazada. Pero las necesidades superan el suministro. La necesidad humanitaria es enorme y los fondos para responder son casi nulos.

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