La pesadilla de una madre tras el terremoto de Haití

Archivo - Mélienne viaja en barca para ver a su hija Cynthia, herida en el terremoto
Archivo - Mélienne viaja en barca para ver a su hija Cynthia, herida en el terremoto - UNICEF/ JUAN HARO - Archivo
Actualizado: martes, 2 noviembre 2021 11:14

PUERTO PRÍNCIPE, 31 Oct. (Por Juan Haro, fotoperiodista de UNICEF) -

La puerta de la casa de Mélienne Dessir apenas cierra. Toda la parte trasera del edificio cayó al mar el día que el terremoto golpeó Pestel, en el suroeste de Haití.

Esa mañana, la del 14 de agosto, esta mujer de 24 años y madre de tres hijos, madrugó para ir a comprar comestibles al mercado. Veinte minutos después de salir de casa, el tiempo se paró de repente. El suelo se abrió bajo los puestos del mercado. Los cimientos de la comisaría, del centro de salud y de la escuela municipal se desmoronaron. Las casas cercanas al mar fueron golpeadas por las olas.

Los vecinos, aterrorizados, trataron de salvar sus vidas huyendo de sus casas y corriendo en dirección a la autopista. Un viejo fantasma sembraba el caos nuevamente en Haití. Otro terremoto. Otra pesadilla.

Celine, de 18 meses, estaba jugando con su hermano Richardson, de 5 años, y su hermana Cynthia, de 8, cuando la fachada de su casa colapsó sobre ella. Su corazón dejó de latir al instante. Dessir corrió lo más rápido que pudo de vuelta a casa, con el miedo atenazando su corazón.

"Cuando llegué..." Contiene la respiración y aprieta los dientes para aguantar las lágrimas. "Cuando llegué a casa, nuestra vecina me dio el cuerpo de Celine. Me desmayé cuando me di cuenta de que no estaba soñando (...) la había perdido".

Ya nadie vive en la calle principal de Pestel, un bello pueblo pesquero a orillas del mar Caribe, donde por las tardes se jugaba al fútbol en la plaza, el pescado se vendía en el puerto y el atardecer se reflejaba en las verdes montañas. Ahora, las calles están vacías. Solo hay casas rotas, efectos personales y escombros en cada esquina.

Al menos 2.200 personas murieron en el terremoto, de magnitud 7,2. Más de 12.000 resultaron heridas. Se estima que 1,2 millones de personas, incluidos 540.000 niños, se vieron afectados; más de 50.000 casas quedaron destruidas.

La pérdida de su hija y de su casa dejaron a Dessir en un profundo estado de shock, como si nada ni nadie pudiera llevarse un dolor que solo una madre entendería. Ella es fuerte y valiente, y esconde sus lágrimas a los ojos de los demás. Pero no puede camuflar las heridas que lleva dentro.

UNICEF / Juan Haro

UNA HIJA FALLECIDA Y OTRA LEJOS

El día del terremoto, Cynthia también resultó herida. Así que, sin apenas tiempo para asimilar la muerte de su bebé, Dessir corrió al centro médico más cercano en busca de ayuda. Pero no había centro, solo una pila de cascotes. En los días siguientes se instalaron clínicas móviles cerca del hotel más cercano, donde muchas familias duermen ahora en el suelo, incluidos Dessir y su hijo.

Ahora, Dessir debe encontrar la fuerza para tomar de vez en cuando el barco que la acerca a su hija superviviente, Cynthia. La pequeña se recupera de sus heridas en casa de un amigo de su padre en Zétroit, un pueblo a 20 minutos de Pestel, al otro lado de la bahía.

"No fue una decisión fácil, pero pocos días después del terremoto mi marido y yo decidimos que lo mejor para Cynthia sería recuperase en un lugar tranquilo. Con las réplicas de los días posteriores, y sin un techo bajo el que dormir, no podía quedarse conmigo", cuenta Dessir. "Es duro no verla tanto". En cada viaje por la bahía se lleva agua y comida, porque no hay agua potable en el pueblo.

"Me pone triste pensar que nunca más veré a mi hermanita", dice Cynthia. "Todo pasó muy rápido". Su vida quedó del revés el día que perdió a su hermana y ella terminó con heridas en su espalda y sus hombros. Se está recuperando lentamente sin atención profesional porque no hay un centro de salud cerca de Zétroit. La visita de su madre le devuelve una sonrisa tímida, pero las señales de su dolor son visibles.

Las cicatrices de su espalda serán un recuerdo permanente de las escenas de las que ningún niño debería ser testigo. "Los niños afectados por el terremoto están muy expuestos a problemas de estrés post-traumático que pueden afectar a su desarrollo cognitivo y social", explica Jean Stenio, jefe de la oficina de UNICEF en Los Cayos. "Esto se puede traducir en depresión, tristeza, estar menos activo, empeoramiento del rendimiento escolar y pensar y recordar el desastre. Su salud mental es una prioridad para nosotros".

"NO SON DÍAS FELICES"

Para ayudar a las familias afectadas, UNICEF está sobre el terreno proporcionando ayuda de emergencia como apoyo psicológico o acceso a kits de higiene y agua segura. También está trabajando con las autoridades para reconstruir escuelas y que los estudiantes retomen su aprendizaje, a pesar de las dificultades logísticas y de seguridad en el país.

"Espero que podamos reunirnos pronto", dice Pascal, el marido de Dessir. "Les echo de menos cuando se van. No son días fáciles, te lo aseguro". Él fue quien llevó a su hija al pueblo tras recibir la primera ayuda médica en la clínica móvil. Antes del terremoto, Pascal trabajaba como obrero entre Pestel y Zétroit. Trata de mantener la moral alta, y lucha por seguir adelante con su familia.

A pesar de sus heridas, Cynthia no puede resistirse a salir de la cama y acompañar a su madre y a su hermano al puerto. Les ve irse en el barco, sin saber cuándo les verá de nuevo. Tras el terremoto, muchas familias se enfrentan a la dificultad de estar separadas de sus seres queridos, sin medios de comunicación ni de transporte.

De vuelta a Pestel, todo sigue igual: el suelo agrietado por el terremoto, los barcos pesqueros atracados en las aguas bajas. Dessir no haba mucho de camino al cementerio, agarrando a su hijo cerca de ella.

"La enterramos el mismo día del terremoto. Después del funeral, la realidad de lo que había pasado empezó a hacerse patente. No tuvimos tiempo ni dinero para construir una tumba. La enterramos bajo la tierra. Aquí mi pequeña niña duerme para siempre", dice Dessir.

Richardson mira la escena sin entender realmente qué están haciendo allí. Celine está enterrada bajo un pequeño montículo en el cementerio de Pestel. No es la única con la misma fecha de la muerte. "Pregunté a Dios: ¿por qué yo? ¿Por qué siempre nosotros? ¿Por qué mi hija?", lamenta Dessir. "Pero, a pesar de todo, encontraré la fuerza para continuar. Porque tengo dos maravillosos niños que me necesitan fuerte. Y eso me da valor".

En UNICEF también tenemos a miles de niños y niñas afectados por el terremoto, concretamente unos 540.000, que también nos necesitan y a los que no vamos a abandonar. Dos meses y meses y medio después --en medio de una crisis política, económica y social permanente--, trabajamos sin descanso para satisfacer sus necesidades inmediatas y garantizarles protección.

Leer más acerca de: