MADRID 26 Dic. (EUROPA PRESS) -
Lavar la ropa con agua caliente suele reservarse para las coladas más complicadas: manchas difíciles, prendas muy sucias o textiles que necesitan un extra de limpieza. Sin embargo, la temperatura del lavado cumple una función que va más allá del aspecto visible de la ropa y que, en determinadas situaciones, puede marcar la diferencia.
En el día a día, la mayoría de prendas pueden lavarse sin problema a baja temperatura. Los detergentes actuales están diseñados para funcionar bien incluso en frío. Aun así, hay momentos concretos en los que subir los grados no es solo una cuestión de eficacia contra la suciedad, sino también de higiene.
CUÁNDO LAVAR A 60 ºC O MÁS SÍ TIENE SENTIDO
El agua caliente resulta especialmente útil cuando la ropa ha estado en contacto directo con el cuerpo durante periodos prolongados o en situaciones en las que se busca una limpieza más profunda. Es el caso de la ropa de cama, las toallas, la ropa interior o los pijamas, tejidos que acumulan humedad y restos orgánicos con facilidad.
En estos contextos, lavar a partir de 60 ºC, siempre que la etiqueta lo permita, ayuda a reducir la presencia de microorganismos. No es una recomendación pensada para todas las coladas, sino para aquellas en las que la higiene cobra un papel más relevante que el cuidado del tejido.
CUANDO HAY UNA PERSONA ENFERMA EN CASA
Este criterio cobra especial importancia cuando hay una persona con una infección contagiosa en el hogar. En esos casos, subir la temperatura del lavado en prendas como sábanas, fundas de almohada o toallas se convierte en una medida de precaución razonable.
Las recomendaciones sanitarias de organismos como la Organización Mundial de la Salud y el Ministerio de Sanidad coinciden en señalar que el lavado con detergente y agua caliente, en el entorno doméstico, contribuye a reducir la carga infecciosa de los textiles que han estado en contacto con personas enfermas. Es una pauta que se aplica, por ejemplo, en casos de infecciones cutáneas, como la sarna, o enfermedades altamente contagiosas, como el coronavirus.
QUÉ HACER SI LA ROPA NO ADMITE ALTAS TEMPERATURAS
No todas las prendas soportan un lavado a 60 ºC sin estropearse. Cuando la etiqueta lo desaconseja, existen alternativas que permiten mantener un buen nivel de higiene sin dañar el tejido.
Optar por ciclos largos con la temperatura máxima permitida, utilizar la secadora en programas calientes o, en determinados casos, mantener la prenda aislada en una bolsa durante varios días son soluciones que se contemplan cuando no es posible recurrir al agua caliente.
CUANDO NO ES NECESARIO SUBIR LA TEMPERATURA
Fuera de estas situaciones concretas, lavar siempre en caliente no aporta ventajas claras. Para la ropa de uso cotidiano, poco sucia o que no ha estado en contacto directo con situaciones de riesgo, los programas a 30 o 40 ºC suelen ser suficientes y permiten conservar mejor los tejidos, además de reducir el consumo energético.
Por eso, el agua caliente no debería convertirse en la opción por defecto, sino en un recurso puntual, pensado para coladas específicas.
NO SOLO IMPORTAN LOS GRADOS
Conviene recordar que la eficacia del lavado no depende únicamente de la temperatura. El tipo de detergente, la duración del programa y el secado completo de las prendas forman parte del mismo proceso. El agua caliente ayuda, pero funciona mejor cuando se combina con el resto de factores.
Saber cuándo conviene usarla y cuándo no permite cuidar la ropa, optimizar el consumo y aplicar el lavado en caliente solo cuando realmente aporta un beneficio.