Las fuerzas libias combaten contra Estado Islámico en Sirte
GORAN TOMASEVIC/REUTERS
Actualizado: lunes, 8 agosto 2016 19:39

TÚNEZ, 8 Ago. (Reuters/EP) -

Las potencias occidentales que están participando en la intervención armada contra el Estado Islámico en Libia no expandirán su presencia militar con el objetivo de no exacerbar las divisiones en el país, mientras el Gobierno de unidad aún lucha por legitimarse.

El Gobierno de unidad, apoyado por Naciones Unidas, pidió a Estados Unidos que llevara a cabo los bombardeos que empezaron el pasado 1 de agosto, pero aún no ha pedido una ayuda mayor, aunque se espera que se reduzca el embargo armamentístico que se ha establecido sobre algunas facciones que surgieron tras el derrocamiento de Muamar Gadafi en 2011.

"Ellos (los libios) saben que la comunidad internacional está lista para ayudarles con entrenamiento y consejo, pero aún no se ha hecho ninguna petición específica", ha asegurado un portavoz de la coalición internacional.

Las fuerzas del Gobierno de unidad, establecido en Trípoli, han luchado para derrotar a los combatientes del Estado Islámico localizados en la ciudad de Sirte. Ahora, la 'Operación Odisea del Relámpago', encabezada por Estados Unidos, está atacando tanques, furgones y puestos de combate para facilitar el trabajo de la infantería libia.

A pesar de contar con el apoyo internacional, el Gobierno de unidad se ha mostrado escéptico a pedir ayuda debido a la situación de inestabilidad política por la que pasa el país y por miedo a levantar críticas por depender demasiado de fuerzas extranjeras.

Las negociaciones para una intervención italiana con 5.000 unidades han desaparecido y la intervención extranjera, que en un principio se planteaba como algo a gran escala, ahora se ha limitado a pequeñas incursiones de fuerzas especiales. Se ha organizado el entrenamiento de la Guardia Costera, pero la seguridad nacional y la Policía no recibirán formación.

La comunidad internacional parece cada vez más dispuesta a permitir que se levante el embargo armamentístico impuesto por Naciones Unidas sobre algunas facciones. La necesidad de combatir al Estado Islámico ha cambiado en cierta medida la situación, pero las autoridades tienen que garantizar que las armas no acaban en las manos equivocadas.

Unos de los receptores más probables serían los combatientes de Misrata, una ciudad localizada entre Trípoli y Sirte. Los combatientes han apoyado al Gobierno de unidad y han liderado los combates contra el grupo terrorista en Sirte.

La lealtad entre las múltiples facciones armadas en Libia ha sido frágil a lo largo de la historia y el Gobierno de unidad no ha logrado formar una estructura militar unificada. "Solo las unidades regulares bajo el mando del Consejo Presidencial podrán tener una excepción al embargo de armas", ha asegurado el enviado de la ONU a Libia, Martin Kobler.

"El Consejo Presidencial tiene que ser aceptado como el Comandante Supremo del Ejército. La pregunta es si controla a las fuerzas de Misrata, puede que sí, puede que no", ha añadido Kobler.

MIEDO A UN REPUNTE DE LA VIOLENCIA

El Gobierno de unidad se estableció sin completar el acuerdo entre los gobiernos de Tobruk --reconocido internacionalmente-- y Trípoli --el rebelde--, lo que supone una paz frágil donde muchos temen que se renueve la violencia entre las facciones.

Los combatientes de Misrata han asegurado que tras vencer al Estado Islámico en Sirte se replegarán, pero se teme que acaben enfrentándose a las tropas del comandante Jalifa Haftar, que ha rechazado públicamente el Gobierno de unidad.

"El reto para occidente es combatir al Estado Islámico sin ser arrastrados a la guerra civil libia", ha explicado un experto del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, Mattia Toaldo.

La intervención internacional ha sido recibida de diferentes maneras. La población local de Misrata ha apoyado a las tropas de Reino Unido y de Estados Unidos, pero no ha pasado lo mismo con Francia.

Se confirmó la presencia francesa el mes pasado cuando tres soldados murieron en un accidente de helicóptero al sur de Benghazi, lo que provocó una serie de manifestaciones en Misrata y Trípoli y el Gobierno convocó al embajador de Francia.

El Estado Islámico se implantó en Libia en 2014 a través de un grupo de libios que volvieron de combatir en la guerra siria, pero el grupo terrorista no ha tenido fácil conquistar demasiados territorios por el rechazo de la población local.

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