"Solo los jóvenes sobreviven a la travesía en el Mediterráneo"

Inmigrantes rescatados por la Marina de Túnez
Foto: STRINGER . / REUTERS
  
Actualizado: domingo, 14 junio 2015 9:44

La operación conjunta de MSF y MOAS rescata a más de 3.000 personas en poco más de un mes

   MADRID, 14 Jun. (EDIZIONES) -

   Más de 100.000 personas han llegado por mar a las costas de Europa en lo que va de año huyendo de los conflictos que arrasan sus países, de la falta de libertades o simplemente buscando un futuro mejor para ellos y sus familias. De ellas, más de la mitad han conseguido llegar a tierra firme tras ser rescatadas por barcos de la Marina italiana y de otros países europeos, así como por buques mercantes, ya que las abarrotadas y pésimas embarcaciones en las que navegan no siempre consiguen alcanzar su destino.

   Para todos ellos la travesía en el Mediterráneo no es sino la última etapa de una odisea que comenzaron meses e incluso años atrás y que les ha llevado a vivir situaciones límite y abusos en su periplo. Muchos de ellos relatan con horror su estancia en Libia, de donde proceden buena parte de las embarcaciones, y algunos confiesan que de haber sabido lo que saben ahora, no se habrían lanzado a esta aventura.

   Según los datos del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), han sido 103.000 los refugiados e inmigrantes que han llegado por mar a Europa: 54.000 a Italia, 48.000 a Grecia --que ha visto multiplicarse por seis las cifras de llegadas--, 920 a España y 91 a Malta.

Refugiada eritrea

Foto: Julie Remy/MSF

   Por su parte, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) habla de 102.000 llegadas, de las que 54.660 han sido a Italia, tras partir casi exclusivamente desde Libia, y otras 46.150 a Grecia, procedentes principalmente de Turquía. En el caso concreto de Italia, unos 53.000 inmigrantes y refugiados llegaron a puerto tras haber sido rescatados por la Marina o la Guardia de Finanzas italiana, por buques de la misión europea Tritón o por barcos civiles, entre otros.

OPERACIÓN DE MSF Y MOAS

   En este esfuerzo de rescate también han participado las ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) y MOAS (Migrant Offshore Aid Station), que mantienen desplegados dos barcos, el 'MY Phoenix' y el 'Bourbon Argos', este último con capacidad para transportar a hasta 700 personas, desde principios de mayo en aguas del Mediterráneo. Este sábado se ha sumado un tercer buque, el 'Dignity I', que ha partido desde Barcelona.

   Desde el inicio de las misiones de salvamento en el Mediterráneo el pasado 2 de mayo, los barcos 'MY Phoenix' y 'Bourbon Argos' han rescatado a 3.031 personas en el mar. Entre los rescatados hay cientos de mujeres y también numerosos menores. Los inmigrantes y refugiados proceden principalmente de países como Eritrea o Somalia, pero también de Siria y de otros países del África Subsahariana.

   Tufay Basfil y Samyawit Habutu nacieron en Eritrea y gracias a MSF y MOAS figuran entre los 100.000 que han llegado a tierra y no entre los más de 1.800 inmigrantes y refugiados que han muerto ahogados en el Mediterráneo en lo que va de año. Ambos fueron rescatados por el 'Bourbon Argos' el pasado 13 de mayo de una embarcación en la que viajaban 477 personas, incluidas 141 mujeres y 17 menores.

   Sus relatos son muy similares: huida de Eritrea, travesía por Sudán y estancia en Libia hasta el paso final de cruzar el Mediterráneo. También su objetivo es el mismo, poder vivir en paz y en libertad y dejar atrás los horrores de los que han sido testigos hasta alcanzar su ansiado sueño: Europa.

SAMYAWIT HABUTU

   "Mi nombre es Samyawit Habutu y tengo 23 años. Hace seis años fui obligada a servir en el Ejército eritreo. No me dejaban abandonarlo aunque me quedé embarazada y tuve a mi hija. Hace un año, en junio de 2014, decidió que tenía que marcharme. Tras dejar a mi hija con la abuela en Eritrea, viajé primero al campo de refugiados de Shagarab, en Sudán, donde estuve durante diez días. Luego viajé a Libia, lo que me llegó otros diez días.

Refugiada eritrea

Foto: Julie Remy/MSF

   Durante el camino, tres personas se cayeron del camión 'pick-up'; una se rompió la pierna y las otras dos fallecieron. El conductor simplemente apartó los cuerpos a un lado de la carretera y continuó su camino.

   En Trípoli, tuve que esperar durante tres meses. Cada noche que estuve allí, un libio elegía a dos chicas para tener sexo con ellas a punta de pistola. Una de mis amigas se contagió de sida y quedó embarazada de ese mismo libio; ahora está bastante enferma en Suiza.

   Ahora mismo, solo quiero libertad, un trabajo, y la oportunidad de enviar dinero a mi familia. Me gustaría trabajar con ordenadores y encontrar algún empleo en una oficina. Si hubiera sabido lo que sé ahora, nunca habría hecho este viaje. La gente con muchas cargas  familiares y problemas no debería intentar este viaje: solo los jóvenes lo sobreviven".

TUFAY BASFIL

   "Mi nombre es Tufay Basfil y soy de Eritrea. Llevo en camino desde hace cinco años en un intento por escapar del régimen de militar en mi país. En Eritrea, todo el mundo tiene que hacer el servicio militar, que no acaba nunca. Oficialmente tenemos que servir diez años, pero incluso después de los diez años, puede no terminar. Además, no hay un salario adecuado: recibimos unos 10 dólares al mes, ni siquiera suficiente para alimentar a nuestras familias.

   Me fui de Eritrea por mi cuenta y viajé a pie al Campamento 26, justo al otro lado de la frontera eritrea en Sudán. En el campo de refugiados solo hay eritreos. Estuve allí durante cinco años. En cuanto la Policía averiguaba que alguien estaba trabajando, le pedían sobornos y dinero, así que decidí marcharme.

   Nos llevó siete días llegar desde Sudán a la frontera libia. Éramos unos 30 a bordo de un camión 'pick-up'. El conductor iba muy rápido y dos personas se cayeron, pero ni se molestó en parar. Muchas personas murieron durante el camino. Cerca de Benghazi fuimos parados e interrogados por milicianos libios, que estaban decapitando a los no musulmanes.

   Una vez en Trípoli, esperando un barco que me llevara a Europa, estuve encarcelado durante cinco meses por traficantes de personas. Si alguien se atrevía a pedir algo, los traficantes nos daban  descargas eléctricas o disparaban al aire sobre nuestras cabezas, para que las balas cayeran alrededor de nosotros. Otros nos golpeaban o nos quemaban.

   Una vez al día, nos daban una pequeña porción de pasta para compartir entre diez hombres. No era suficiente y algunos de nosotros no conseguíamos ni un tallarín. La única agua que teníamos para beber era nauseabunda y salada.

   Todo era muy violento en Libia. Incluso si las mujeres estaban embarazadas, no les importaba. Una mujer perdió a su hijo de tres años justo tres días antes de que subiéramos al pesquero. Ahora todo lo que quiero es vivir en paz".