El presidente de Rusia, Vladimir Putin - -/Kremlin /dpa
Además, los lideres aliados ratificarán el despliegue de cuatro nuevos batallones de combate en el flanco oriental. Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria albergarán estas fuerzas, que se suman a otras cuatro en Polonia y los bálticos, un intento de apuntalar a la OTAN en el sureste de Europa.
EMBARGO AL PETRÓLEO RUSO
Una vez acabe la cita en la OTAN, será el turno para que los líderes del G7, incluido el primer ministro japonés, Fumio Kishida, se reúnan en persona en la propia sede de la organización militar con la coordinación a la respuesta política al Kremlin como plato principal.
Sobre la mesa está también la opción de reforzar las sanciones existentes y ahormar las medidas para cerrar posibles agujeros, algo que se discutirá también con los líderes de los Veintisiete en la reunión del Consejo Europeo.
Aunque fuentes diplomáticas europeas señalan que no se esperan nuevas sanciones, la visita de Biden a Europa se interpreta como un empujón a este debate y a nadie se le escapa que las restricciones norteamericanas han ido más lejos que las europeas en materia energética.
Así las cosas, sobrevuela la urgencia de acordar un embargo al petróleo y gas ruso para cerrar una importante vía de ingresos de Moscú. Pese a que en Bruselas no se descarta ninguna medida, varios Estados miembros han mostrado ya sus dudas sobre una decisión que tendría un enorme coste económico y elevaría el precio, ya disparado, de la energía.
Tanto a nivel de la OTAN y como de Consejo Europeo habrá momento para analizar el papel de China en la crisis ucraniana. Washington ha amenazado ya a Pekín con represalias si colabora con Moscú en la ofensiva militar, algo que en Europa tratan con más cautela.
En el viejo continente evitan elevar el tono y piden al gigante asiático ser parte de la solución y no del problema, a la espera del papel que pueda desempeñar en el escenario geopolítico que se abre con la guerra en Ucrania.