MADRID, 25 Abr. (EDIZIONES) -
La violencia ocasionada por Boko Haram en el noreste de Nigeria ha empujado a 1,2 millones de nigerianos a abandonar sus hogares y buscar refugio tanto en otros puntos del país como en los países vecinos. Para todas estas personas, testigos de todo tipo de abusos y en muchos casos de la muerte de algún familiar, poder volver a su casa y recuperar sus vidas se ha convertido en su principal anhelo.
Así se lo han transmitido varios de ellos al Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF) que, en el marco de su campaña para denunciar la infancia robada para unos 800.000 niños en el país como consecuencia de la actividad de Boko Haram, les ha preguntado qué es lo que más echan de menos ahora que se encuentran en un campo para desplazados en Yola, en el estado de Adamawa.
Estas son las historias de la huida y sus deseos de futuro de algunos de ellos:
- Rose Zeeharrah vio cómo los miembros de Boko Haram atacaban su localidad y comenzaban a matar a los hombres que vivían allí, incluido su marido. En su huida hacia el bosque con sus nueve hijos, lo último que vio fue su casa en llamas. "No llevamos nada con nosotros. Simplemente corrimos", cuenta.

Foto: UNICEF / Esiebo
Su hijo de 2 años murió mientras estaban escondidos. "Falleció por el estrés", explica Rose. Ahora ella y sus hijos viven en un campo para desplazados internos en Yola, en Adamawa. Aunque sabe que perdió su casa y su ganado, Rose añora volver a su hogar. "Quiero volver a casa y cultivar para que podamos comer", afirma.
- John, de 17 años, se estaba preparando para ir a la iglesia cuando miembros de Boko Haram atacaron su localidad. Ya había perdido a su padre, un carpintero, y a su madre por enfermedad previamente. Junto con su tía, John consiguió escapar a un campo para desplazados en Yola. Lo que más echa de menos es la casa de su padre, su localidad y los recuerdos que hizo allí.

Foto: UNICEF / Esiebo
"Quiero volver allí con mi tía", afirma. John está asistiendo a una escuela respaldada por UNICEF en el campo y está decidido a convertirse en pastor y tener un impacto positivo en su comunidad. "Quiero trabajar para Dios", asegura.
- Evelyn estaba en la iglesia cuando miembros de Boko Haram entraron en su localidad, en el área local gubernamental de Michika, y comenzaron a disparar y a matar a gente, y a secuestrar a algunas niñas de la comunidad. Evelyn agarró a su hija de un año, Rose, y corrió, pero su hijo de 5 años, Wisdom, estaba en otra parte de la iglesia en una fiesta para niños.

Foto: UNICEF / Esiebo
"Era el día de los niños", explica Evelyn con voz queda. La mujer se escondió en las montañas con otros niños, mujeres y hombres de su comunidad. Una semana después, se reunió con Wisdom, pero no ha sabido nada de su marido desde el ataque. "No sé si está vivo o muerto", cuenta.
Con solo las ropas que llevaban puestas, ella y sus hijos estuvieron en las montañas durante un mes, sobreviviendo a duras penas de bayas y agua fangosa, antes de viajar hasta Yola. Evelyn, que estudió Economía antes de casarse, anhela volver a casa, pero sabe que será difícil. "Nos han quitado todo", lamenta.
- Cuando miembros de Boko Haram atacaron la localidad natal de Aisha --Gwozo, en el estado de Borno-- mataron a su padre y secuestraron a su madre. Ella consiguió escapar, huyendo hasta un campo para desplazados en Yola con una hermana mayor. Las dos se cuidan entre sí.
Aisha está recibiendo asesoramiento con apoyo de UNICEF. Ahora lo suficientemente fuerte como para volver a aprender, asiste a una escuela respaldada por UNICEF, que realiza dos turnos para poder llegar a más niños del campo. "Me gusta la escuela aquí", afirma, "pero quiero volver a mi localidad".
- Cuando Alia, de 10 años, todavía vivía en su localidad, en Michika, un viernes llegó la noticia de que Boko Haram había atacado las localidades vecinas. Al día siguiente, los hombres llegaron a su localidad. Su padre fue asesinado. Alia, junto con su madre y otros familiares, consiguió huir a la localidad de Mubi, dejando todas sus pertenencias detrás, pero tres meses después, esa localidad también fue atacada.

Foto: UNICEF / Esiebo
Entonces cruzaron la frontera hacia Camerún antes de regresar a Nigeria y terminar en el campo de desplazados de Yola, donde Alia asiste a una escuela respaldada por UNICEF. Su madre sufría hipertensión y diabetes antes de los ataques, y ahora está muy enferma, lo que se suma a las preocupaciones de Alia. La niña echa de menos a su padre y sus amigos, y tiene miedo de que vuelva a haber ataques, pero se niega a perder la esperanza. "Quiero ser enfermera", afirma. "Quiero ayudar a la gente".
- Hace unos meses, milicianos de Boko Haram llegaron a la localidad de Lydia James cuando su marido se disponía a visitar a su madre y llevarle comida. Le ataron, le arrastraron debajo de un árbol y le dispararon antes de depositar su vista en la casa de Lydia. Ella y sus nueve hijos tuvieron que huir corriendo. "Le pido a Dios que me ayude para que pueda cuidar a los niños", relata. Lydia ahora comparte un dormitorio abarrotado junto a otras 78 mujeres y niños en Yola.

Foto: UNICEF / Esiebo
- Maryamu Yakudu debería haber estado en la iglesia cuando Boko Haram atacó su localidad, en Michika, pero estaba en casa enferma ese día. Cuando escuchó los disparos, agarró a su hija Hyladan Yakudu, de un año, y huyó. No ha visto a su marido desde entonces y se teme lo peor. Su madre, demasiado débil para huir, también se quedó.
"Solo tengo una muda, nada más", afirma Maryamu. Anhela volver a casa tan pronto como sea seguro, aunque sabe que hay poco a donde regresar. "No queda nada en nuestra casa", explica. "Se lo llevaron todo. Teníamos una moto y muchas vacas. Todo se ha ido", añade.
- Hace unos años, Samson, de 16 años, perdió a su padre, que era miembro de las fuerzas gubernamentales que luchan contra Boko Haram. Cuando llegó la noticia, el shock fue demasiado grande para su madre y enfermó y poco después falleció, dejando a Samson al cuidado de su abuela.

Foto: UNICEF / Esiebo
Pero la violencia volvió a atraparle pronto. Hace unos meses, la iglesia de su localidad, en Michika, fue atacada. Muchos de los hombres fueron asesinados, mientras que las mujeres y los niños huyeron en medio del pánico. "Simplemente empezamos a correr", recuerda Samson. El y su abuela llegaron al campo de yhola, donde Samson ahora asiste a una escuela apoyada por UNICEF, pero sueña con volver a casa.
"Echo de menos la casa y a todas las personas de la comunidad, y echo de menos jugar al fútbol con mis amigos", afirma. También extraña sentirse seguro. Samson ya sabe que quiere seguir los pasos de su padre. "Quiero ser soldado", asegura.
- Hace dos años, Hajja Bello estaba comprando en el mercado de la localidad de Dagu, en Borno, cuando miembros de Boko Haram atacaron. "Era un domingo por la mañana y reunieron a todo el mundo y luego separaron a las mujeres de los hombres", recuerda. "Dispararon a los maridos delante de nuestros ojos", añade.

Foto: UNICEF / Esiebo
Ella consiguió escapar con sus cinco hijos, pero perdió a cinco familiares ese día, incluido un hermano y cuatro hermanastros. Con el apoyo de UNICEF y sus socios, sus hijos van a la escuela en el campamento, pero echa de menos todo lo relativo a su hogar: la granja, sus vecinos, el mercado y a las otras mujeres con las que solía charlar. "Solo quiero que esto acabe para poder regresar", confía.