'Buenas Noches', Hoyo: Así nació el Festival Internacional de Artes Escénicas que cumple 34 veranos sobre el escenario

Uno de los espectáculos del festival 'Buenas Noches' de Hoyo de Manzanares
Uno de los espectáculos del festival 'Buenas Noches' de Hoyo de Manzanares - AYUNTAMIENTO DE HOYO DE MANZANARES
Europa Press Madrid
Publicado: domingo, 20 julio 2025 6:59

MADRID 20 Jul. (EUROPA PRESS) -

En el verano de 1990, en Hoyo de Manzanares se colocaron unos módulos de puente militar --los mismos que se usan para carros de combate-- en medio de una plaza adoquinada. Puede no tener mucho sentido, pero así comenzó de cierto modo la historia del Festival Internacional de Artes Escénicas 'Buenas Noches', que este año cumple 34 veranos sobre el escenario.

Aquello fue, según revela a Europa Press Juan Orduña, su precursor, una prueba piloto, un experimento cultural con la complicidad de militares de la Academia de Ingenieros del Ejército. Lo que entonces fue un ensayo, terminó siendo el germen de uno de los festivales más longevos de la Comunidad de Madrid.

Desde aquel verano han pasado más de tres décadas, cientos de espectáculos, miles de espectadores y un mismo objetivo, ofrecer al aire libre un pedazo del mundo --su música, su danza, su teatro-- en una plaza, la de Cervantes, que se transforma cada julio y agosto en un gran auditorio para acoger cultura al aire libre.

La historia de 'Buenas Noches' está ligada al nacimiento del Patronato Municipal de Cultura de Hoyo y a la inauguración de su Centro de Cultura. Orduña, director de este espacio entre los años 1991 y 2016, vio en aquella plaza de granito un escenario natural. Aquel entorno, con su fuente, su adoquinado y su fachada noble, era casi una foto.

A la pregunta de por qué 'Buenas Noches', Orduña explica que "era un saludo, una invitación, una forma de acoger al público. Era como decir 'buenas noches, esto es lo que os hemos preparado hoy'". Así, desde sus inicios, el festival fue pensado como un gesto de bienvenida, una ceremonia bajo las estrellas que hacía del arte una manera de habitar la noche.

Apenas dos años después de aquel experimento, aquella intuición tomó forma y nombre: el Festival Internacional de Artes Escénicas al Aire Libre. La apuesta inicial, tímida y con pocos medios, creció con el respaldo del Ayuntamiento, la colaboración vecinal y una red de embajadas que, poco a poco, empezaron a abrir sus puertas a propuestas insólitas llegadas de un pequeño pueblo de la Sierra de Madrid.

Y es que, tal y como cuenta Orduña, pasó años acudiendo a embajadas y fundaciones culturales. "Yo bajaba a Madrid, pedía cita, hablaba con los agregados culturales y les contaba mi vida", recuerda entre risas. Así llegaron las primeras compañías rusas, los ballets ucranianos, los cosacos de Osetia del Norte, grupos folclóricos de Kazajistán, Daguestán o Tayikistán.

Entonces, el Festival se fue nutriendo de compañías que giraban por Europa y que, gracias a la habilidad negociadora de su director, añadían a Hoyo como una fecha más. También lo hicieron compañías hispanoamericanas, de Colombia, Chile, México, Argentina. "Yo creo que toda Hispanoamérica pasó por Hoyo en algún momento", dice convencido Orduña.

El público, por su parte, no tardó en responder. Vecinos, veraneantes, madrileños que huían del calor de la capital... Todos llenaban la plaza, incluso con 2.000 personas en las noches grandes. Y al acabar, como parte de un ritual, cada espectador recogía su silla y la llevaba al almacén.

UNA PROGRAMACIÓN A LA ALTURA

A lo largo de los años, las artes escénicas se convirtieron en el núcleo del festival: teatro clásico del Siglo de Oro, ballet folclórico y contemporáneo, circo, danza, comedia, zarzuela y hasta conciertos de música clásica.

Cuenta Orduña que en cada programa había un concierto de música clásica, una ópera o una zarzuela completa, diseñado como un "flash" que iluminó a todos los que eran responsables de Cultura por aquel entonces.

Entre los mayores hitos recuerda al ballet clásico de Madrid, a las violinistas de Moldavia tocando barroco con estética de cuadro viviente o al ballet de la Fundación Pushkin. En el repertorio sonaban Tchaikovsky, Händel, Vivaldi. Y, por supuesto, no faltaron las zarzuelas completas y las antologías. Más tarde también estuvo Ara Malikian, que llegó a actuar hasta seis veces en la plaza Cervantes del municipio.

Diez años después de su nacimiento, el modelo del 'Buenas Noches' había sido imitado por muchos pueblos vecinos. La fórmula era sencilla: un entorno natural y arquitectónico privilegiado, programación internacional de calidad y una comunidad volcada en cada espectáculo que llegaba al escenario.

UN TANGO CON 'MAL FARIO'

Pero en Hoyo no todas las noches fueron buenas. En una ocasión, una compañía argentina llegó con un espectáculo de gauchos y tango. El 15 de agosto, día grande en la localidad, cayó una tormenta brutal, según traslada Orduña. Con aquel panorama, poner en escena el espectáculo fue misión imposible.

El director del festival prometió traerlos al año siguiente. Y lo hizo. Pero cuando llegó el 15 de agosto del año siguiente volvió a caer "la mundial". A partir de entonces contrataron seguro de inclemencias. "Esos eran gafes", bromea Orduña en su conversación con Europa Press.

Así, durante 25 años el escenario que se instalaba cada verano en la misma plaza, fabricado por un cerrajero del pueblo, aguantó danzas, acrobacias y hasta 70 bailarines cosacos saltando al unísono. "Era tan potente aquel escenario que yo creo que ni los militares, con sus puentes para tanques, habrían hecho uno igual", afirma. Aunque, como todo, tocó retirarlo y fue reemplazado por un escenario modular más moderno.

UN FESTIVAL DE CONTINÚA VIVO TRAS EL RELEVO

Quien también se retiró fue Juan Orduña, que se jubiló, pero el festival continuó en las mejores manos, según indica él mismo, las de Blanca García Morales. Se materializó así un relevo cultural que supo mantener el espíritu del 'Buenas Noches' e, incluso, "mejorarlo". "Me siento un privilegiado por haber trabajado en esto y haberme rodeado de tanta gente estupenda", traslada.

Porque si algo ha defendido siempre el creador es la identidad del programa: nada de heavy metal, ni grandes nombres del pop. La cultura que se muestra aquí es otra, la que transmite el acervo cultural de las naciones a través del teatro, la música y la danza.

"El espíritu es mostrar el acervo cultural de los pueblos a través del teatro, la danza y la música. Es una muestra, no una verbena. Y mientras se mantenga eso, el festival seguirá siendo fiel a sí mismo", afirma.

Todavía hoy, treinta y cuatro años después, quien vio nacer esta iniciativa, una evocación humilde de aquellos Festivales de España de los años 60, se emociona al pensar en todo su recorrido. "Miles y miles de personas pasaron por ahí. Aunque fuera por dos horas, disfrutaron del talento de artistas de verdad. Y eso, cuando uno lo piensa, emociona", cuenta.

Y hoy, como entonces, Hoyo sigue cumpliendo su promesa al caer la noche, ofrecer cultura al aire libre, al alcance de todos, con sillas que aún se recogen al final del espectáculo. Porque aquí, los aplausos al caer el telón duran todo un verano.

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