Tribunales.- Un administrador de la CPV se parapeta en que "todo lo que hacía era por orden" del principal imputado

"Para mí lo que decía mi jefe era palabra de Dios", señala este imputado en el juicio

Europa Press Madrid
Actualizado: martes, 24 abril 2007 17:41

MADRID, 24 Abr. (EUROPA PRESS) -

Miguel Ángel M.P., administrador mancomunado y uno de los seis imputados en la presunta estafa de la promotora Comercializadora Peninsular de Viviendas (CPV), que en octubre de 2002 cerró sus oficinas dejando a casi 2.000 afectados sin piso en los PAUs de Sanchinarro, Montecarmelo y Las Tablas, manifestó hoy que "todo lo que hacía en la empresa era por orden" del creador de la CPV y principal acusado de la supuesta estafa, Francisco G.M.

Durante la tercera sesión del juicio, celebrada en la Audiencia Provincial de Madrid, Miguel Ángel M.P. manifestó que, como él ejercía las labores de director de personal de la promotora, "desconocía el contenido de los documentos y contratos que firmaba" y la "manera en la que se gestionaba la empresa".

"Mi jefe (Francisco G.M.) era quien tomaba todas las decisiones. Él me decía: firma aquí, y yo firmaba. Me decía: vete a este banco o a este otro, firmas y te vas, y así lo hacía", aseveró este encausado, quien reconoció que sólo había cursado hasta 1º de BUP y luego había hecho un curso de Recursos Humanos.

Miguel Ángel M.P. es uno de los seis encausados en este proceso por delitos de estafa continuada, falsedad documental y estafa intentada, por los que el fiscal solicita una suma de 72 años de prisión para todos ellos. El escrito del fiscal considera probado que la promotora CPV obtuvo 37,5 millones de euros de los ingresos de 1.889 familias por viviendas en los PAUs de Sanchinarro, Montecarmelo y Las Tablas que nunca se llegaron a construir.

TALONES EN BLANCO

Miguel Ángel M.P. que poseía el 30 por ciento de las acciones de la compañía, alegó que él "no tenía conocimiento" de que se hiciera "ningún tipo de operación inmobiliaria" con el dinero de los clientes de la CPV, y añadió que Francisco G.M. disponía de talones en blanco con su firma para que "hiciera lo que quisiera". Asimismo, insistió en la autoridad de Francisco G.M.: "para mí lo que decía mi jefe era palabra de Dios. Yo hacía lo que él me decía que hiciera".

En cuanto a la construcción de las casas comprometidas con los clientes, destacó que "en ningún momento" pensó en que no se fueran a realizar. "Yo sabía que se había vendido terreno para devolver el dinero a los clientes descontentos, pero el jefe nos decía que todo iba bien y que no nos preocupáramos porque volveríamos a comprar más suelo para hacer las viviendas", concluyó.

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