MADRID 12 Dic. (OTR/PRESS) -
Estados Unidos ha anunciado oficialmente que Irán no representa una amenaza nuclear urgente. Es el mismo país que invadió Irak tras haber anunciado oficialmente que aquello era una amenaza urgentísima. Aún queda gente que considera personas decentes a Colin Powell e incluso a Tony Blair, que garantizaron oficialmente las urgencias de Mesopotamia. Ahora parece demostrado que las supuestas amenazas se apuntalaron con embustes y se procuraron incluso con torturas, autorizadas y promovidas por la Casa Blanca. El último culebrón es el de las cintas de los interrogatorios, destruidas por la CIA, que es la agencia que dirigirían Mortadelo y Filemón si, además de ser idiotas, tuvieran medios ilimitados y fueran unos depravados. Si fuéramos lógicos, nos llenaría de orgullo que el tipo que manda en Estados Unidos no trague al presidente de España.
Volviendo a las amenazas, "peligro claro e inminente" según el titulón de Clancy, uno de los mejores filósofos de allí. No es sólo que se las inventaran. Lo peor es que nos las creímos. Como nos hemos creído lo de Irán. Como nos creímos a Acebes (al menos durante media hora), cuando afirmó y remachó que había sido ETA. ¡Cuántas cosas nos habremos creído! La fe es misteriosa y no desmaya ante razones. Pese a las evidencias, numerosas personas siguen manteniendo su confianza en Acebes e incluso en George Bush. La fe también es un dato geográfico. Es muy raro que alguien de nuestras latitudes respete a Bin Laden. Cada congregación tiene sus monstruos sagrados privativos. La instaneidad de los medios de comunicación ayuda a desenmascarar las tramas. O las propicia. No hay púlpito más eficaz que un telediario. Imposibles de verificar, las teorías más peregrinas reúnen adeptos iluminados, retorcidos, bobos o con mala leche. De eso sabemos en España.
La iluminación y la mala leche son rasgos universales. Napoleón invadió España en nombre del progreso y los derechos humanos. Como Bush Irak. Los "afrancesados", los únicos españoles despiertos en un infierno de borbones y curas, saludaron inicialmente a Napoleón. En cambio, los actuales atlantistas españoles son en su mayoría patriotas tirando a oscurantistas. Hubieran combatido a Napoleón. En Francia piensan que fue un gran hombre. Tolstoi lo dejó muy mal en "Guerra y paz". De nuevo en la senda de Galdós, Pérez-Reverte ha dedicado su mejor libro, "Un día de cólera", al 2 de mayo, festividad de los españoles dignos o los españoles brutos. En Bagdad debió de ser como en Madrid.
Agustín Jiménez.