MADRID 7 Mar. (OTR/PRESS) -
En el patio de vecinos en que se ha tornado el mundo, no queda país que mantenga una política exterior inteligente. Sobre Estados Unidos, gente variada coincide en que es un amo malvado, o al menos chapuzas, y, en todo caso, que su influencia ha tocado fondo. La eximperial Rusia da manotazos para hacerse notar a cuenta de la energía o del escudo antimisiles. Israel sigue queriendo, pero ya no puede. En París, Londres y Bonn, los comentaristas lamentan la menguante influencia de su gobierno. Algunos países árabes - con los opulentos saudíes a la cabeza - tratan de llegar al siglo XX antes de que se les acabe el XXI. Los turcos se debaten entre sus dos continentes. Los únicos que saben qué quieren de la vida son los nuevos pueblos adolescentes - Ghana, que celebra sus cincuenta años de independencia - y los chinos de China, que vuelven a marcar coleta y aguardan con ansia los Juegos Olímpicos para vestirse de largo. El otro día, la bolsa de Pekín provocó el primer caos financiero de los anales del Imperio Renaciente. Son tan prósperos que ya participan de la histeria del hombre civilizado. Los demás países - desde luego, todos los occidentales - urden alianzas como pueden y andan de trapillo en un entorno en que salir a cenar cuesta carísimo y quedarse en casa es imposible. Países de improbable imagen pública se asoman al escaparate, esforzándose por aparentar. Países, digamos, como Moldovia, capital Chisinau, que empieza a admitir conflictos tan modernos como la libertad de expresión, lo que tiene su mérito cuando se sabe que la televisión de Chisinau dedica un 37% de su tiempo a informar del gobierno y un 33% a informar del presidente. En el lío de relaciones que establecen los viajes promiscuos y las solidaridades múltiples, gobiernos y particulares reavivan las discusiones sobre los pasaportes de oficio y la doble nacionalidad: los marroquíes con sus casadas, los lituanos con sus conciudadanos exteriores, los rusos con los rusófonos de Asia, el gabacho Johnny Halliday que sopesa si pagará menos impuestos siendo suizo o siendo belga.
Si abrimos un periódico al azar, zigzagueamos entre noticias del cariz siguiente: los israelíes hablan con los palestinos o, lo que es igualmente extraño, los palestinos toman café con los palestinos; los americanos piden la mano de los norcoreanos y la muy estrecha Condi Rice se está pensando tomarse un café con los de hirsutos locos de Teherán. No ha mucho que el inhóspito presidente iraní, que tras el último sofoco que le dio a Sadam representaba la antonomasia del mal y del anticristo, reclamaba discutir con Bush y luego con Merkel y tanto los políticos como los periodistas más puestos se le rieron en sus barbas de profeta. ¡Qué ocurrencia! ¡Qué cinismo!
Cuando el periódico que abrimos al azar es español, se introducen leves variantes. Primera página de "El Mundo" del 6 de marzo. España es el mejor aliado de Marruecos (hasta que Zapatero charle con los argelinos); Bush promete el oro y el moro en su inesperada gira por Iberoamérica; y sí, Washington entabla relaciones serias con PyongYang. Después el tono cambia: el juez cita a Ibarretxe por darle un vaso de agua a Batasuna, y no, el PP no hablará con nadie. Bueno, menos con Ynestrillas, con quien hará codo y reclamará justicia.
Agustín Jiménez.