Actualizado 16/05/2007 02:00

Agustín Jiménez.- Euromundo

MADRID 16 May. (OTR/PRESS) -

La prueba de que la educación europea está destinada al sumidero, o de que, en España, nos hubiera ido igual si no hubiéramos ido a la escuela durante treinta o cuarenta años, la ofrece, por ejemplo, el Festival de Eurovisión. ¡ Pensar que en varios países estaban desazonados por no haber dado la talla para participar en ese magnífico espectáculo de luz, sonido, gimnasia y espiritualidad que tanto aglutina a los pueblos a la par que subraya la especificidad europea! ¡Oir declarar a aquella corresponsal que los periodistas de Georgia se enorgullecían de acudir por fin a la cita de las naciones!

Otro mérito de Eurovisión es habilitar un espacio para que el organizador airee sus cualidades. Así, en esta edición entendimos por qué los finlandeses son tan cultos. En uno de los entremeses entre actuación y actuación, un tipo con abrigo y gorro de pieles espera un autobús en una tundra. El autobús resulta ser una biblioteca ambulante, y la rubia que atiende, le presta al tipo de las pieles un manual de costura. En inglés, la lengua que le gustaría aprender a Rajoy.

Este año parece que ganó Serbia. La inmerecida derrota española se nos olvidó pronto porque Nadal arrasó en una de sus cosas y la Pantoja cantó en Valladolid. Los austriacos tienen los valses de Strauss, pero los españoles tenemos la copla, que concentra las virtudes patrias como la sopa Knorr concentra las verduras y las mezcla con el pollo. "¡Malaya la suerte mía!" - se emocionó la Pantoja. A la vez que ella se emocionaron todos los hombres hombres, todas las mujeres mujeres y numerosos gay. Los gays sienten que las mujeres caricaturales les dan la razón.

En otra gran ciudad europea distinta de Valladolid, se quedaba en la calle una pareja de abogados ingleses. En otra, andaban a la greña Nicolás y Cecilia, Segolena y Francisco, dos matrimonios rescatados de las últimas elecciones francesas. En otra aún, los gay celebraban uno de sus desfiles de cofradía. La homosexualidad es una profesión como cualquier otra, pero los homosexuales nunca explican por qué, para demostrar su orgullo profesional, hacen publicidad de Los Morancos.

En Roma, por fin, se contramanifestaban los partidarios de las uniones libres y los matrimonialistas. El Papa se encontraba en Brasil, combatiendo a las sectas, que son tan peligrosas como los estatutos de autonomía. Al estar liado con las sectas, Benedicto no tuvo tiempo de dar su opinión sobre los cayucos que, en el mismo momento, descargaban negros en Canarias.

Agustín Jiménez

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