MADRID 14 Jun. (OTR/PRESS) -
Por razones poco claras, los conejos, las sardinas o los patos no están organizados en naciones, una obligación que sólo han adquirido los presuntos seres racionales. Gestionar emocionalmente una nación acarrea un tremendo paripé. Hacen falta mapas, mandos, marcas en el suelo para discernirse, constituciones y otros estadillos, así como y ejercicios físicos concretos cuya utilidad, en el fondo, no diverge mucho de la de los ritos que ejecutan los seres supuestamente inferiores. Así, por ejemplo, si los perros mueven el rabo para mostrar su contento, nosotros agitamos palos con banderas. Así también, igual que los patos graznan y los elefantes barritan, los patriotas cantan himnos para probarse que son una confradía única.
Una de las pruebas de que España es una nación apartes es que nuestro himno carece de letra. Sin que haya necesariamente mala fe, la gente se refiere a la Marcha de Granaderos como al "Chunta chunta", y en todas las reuniones hay un gracioso que la tararea aplicándole unas estrofas injuriosas alusivas al físico del último caudillo reconocido que anduvo por aquí. Es un himno sin palabras, inefable como los sentimiento de ángeles. Y está cobrando peso una moción que persigue poner remedio a la situación.
La ha promovido un grupo de deportistas. De un tiempo acá, los deportistas españoles están siempre en el podio, y debe de resultarles engorroso que, después de haber corrido más o haber metido más goles que nadie (excepto en fútbol, especialidad en la que, gracias a nuestra inutilidad, no se plantea problema), no puedan llevarse la mano al corazón y atronar con un "Dios salve a la reina" o "Alemania, encima" o "La sangre de esos guarros anegará los surcos que pisotean nuestras vacas", expresiones bonitas y elevadas que, más o menos, articulan los ingleses, los alemanes o los súbditos de Sarkozy. De modo que la moción tiene sentido. Fernando Alonso es el ünico que ha declarado no verle el interés. Pero, si se fijan, Alonso siempre está trapicheando cuando se sube al podio.
Como es natural, ciertos partidos políticos con complejo de simboleros se han apuntado ineludiblemente al carro. Aunque estuvieran animadas por las mejores intenciones, que seguramente no lo están, es imposible que los anime el buen gusto, y desde luego no los acompaña la oportunidad. En Francia siguen cantando La Marsellesa porque es una letra antigua, recitable en segundo grado; sería dudoso que uno de sus poetas actuales se atreviera a escribir hoy esas truculentas enormidades. Ya no viven Eduardo Marquina ni José María Pemán, que pusieron habla a la Marcha Real. Las letras patrióticas o son bárbaras o son cursis, y es mejor dejar el asunto así, y que suene la música inefablemente. Los deportistas que se dediquen a ganar, y los políticos que deseen conservar valores pueden dedicarse con provecho a conservar la costa, el medio ambiente o la igualdad entre los ciudadanos, que es tan natural aunque resulte tan odiosa.
Agustín Jiménez.