MADRID 27 Jun. (OTR/PRESS) -
En situaciones normales, la vanidad es el acicate más fuerte de los políticos. En situaciones tensas, sólo los vanidosos son capaces de exteriorizar los buenos sentimientos. Después de encarrilar el futuro de Europa (sin Turquía), Nicolas Sakozy se ha puesto a arreglar el mayor desastre africano: Darfur. Respaldado por su ministro de Asuntos Exteriores, mucho más vano que él - ha conquistado su estatus mostrando compasión - ha convocado a varios grandes en un salón francés con muchas lámparas y muchos espejos (para mirarse bien). Bendita sea la vanidad si apacigua la existencia de los supervivientes de la guerra, la hambruna, el exilio, la estupidez.
El primo químico de Sadam Hussein, a quien han decidido ahorcar esta semana, sólo eliminó a 100.000 kurdos. Siete veces menos, aproximadamente, que la cifra de desafortunados a los que enviaron al más allá los esfuerzos combinados de Bush, Blair, Aznar y el resto de la banda. Aznar, sucedido por Rajoy. Blair, que se convierte al galimatías del catolicismo aunque no parece que tenga intención de suplicar el perdón de los pecados. Tendrá un tipo raro de vida interior. Las víctimas de Darfur son 200.000. Aproximadamente. Las grandes cantidades escamotean los grandes lamentos, que -mala suerte- siempre son individuales. Cada uno de los seis soldados que se ha llevado el torbellino del Líbano (o la patria española o el debate del estado de la nación o la vanidad occidental o incluso, no es de descartar, la bondad humana), representan en su casa todo el dolor del mundo.
Sarkozy es el mejor actor publico; nuestro mejor personaje en busca de autor. Ha bastado que acudiera a un par de cumbres de poderosos para que instaurara en el teatro el estilo de gran vodevil: puertas que se abren, puertas que se cierran, gritos, susurros, desplantes, reconciliaciones, abrazos finales, miradas asesinas del desplazado que, para la próxima reunión o para el oscuro pasillo, mastica su revancha. Son típicos del vodevil los momentos en que al espectador no se le ofrecen pistas del argumento si no es el vaivén de los actores que atraviesan alocados el escenario. Antes de Sarkozy ya nos habíamos quedado sin argumento. Con él, al menos tenemos personaje.
Y ahora va a arreglar lo de Darfur. Empezaron Georges Clooney y otros famosos. En Darfur hay un embotellamiento de famosos. Cada uno tendrá derecho a una ración abundantísima de pobres desgraciados.
Agustín Jiménez.