MADRID 3 Abr. (OTR/PRESS) -
Del programa de TVE, 'Tengo una pregunta para usted', lo único que ha quedado es que al Presidente del Gobierno le pagan los cafés y no sabe nada del famoso redondeo. La famosa respuesta de lo 80 céntimos es lo único que ha llegado a la calle del programa de la tele pública. No sé si el balance es bueno, pero me inclino a pensar que no y encima la anécdota del precio del café es ya vieja: a otro presidente -era francés- le preguntaron cuánto costaba un billete de metro y la pregunta se convirtió en un clásico del periodismo.
Pero no se trata de analizar ahora el agua pasada ni esperar grandes cosas de la comparecencia próxima de Rajoy en otro programa similar. Lo que resulta preocupante es la perversión de la entrevista como género, el miedo que la clase política parece tener al saludable juego dialéctico. Hacer una pregunta -aunque sea sobre el precio del café- y callarse, no aporta nada. Es la misma pérdida de tiempo que la pomposamente llamada "sesión de control al Gobierno" donde se hace una pregunta más o menos genérica, el ejecutivo suelta una respuesta menos o más genérica e inmediatamente después el preguntador y el preguntado tienen un nuevo turno donde se dicen de todo menos la verdad.
La entrevista es otra historia. Dos preguntas sobre un tema o cien sobre otros tantos asuntos, sólo pueden ser un mero ejercicio de ingenio y/o imagen del que se somete al cuestionario. Eso, insisto, no es una entrevista sino un disimulado mitin muy parcelado y amplio, pero mitin al fin y al cabo. Vuelve a ser verdad aquello que decía Álvaro de la Iglesia: "Pregunte usted lo que quiera que yo le responderé lo que me de la gana". Pues ya digo, lo mismo, pero en más fino. ¿Qué ciudadano escogido en la calle puede contradecir los datos que ofrezca un presidente o un jefe de la oposición? Y aun si tuviera la misma información ¿cómo entrar en un debate sabiendo que hay 99 ciudadanos más esperando con su pregunta?
Porque la sola respuesta del precio del café, los famosos 80 céntimos, daría pie para encauzar una entrevista filosófica sobre la lejanía del poder de la realidad, económica para hablar de la diferencia del IPC y el coste de la vida diaria, solidaria hasta enterarse de cómo es posible que los países productores de café sean tan pobres etc. etc. etc. Naturalmente estoy exagerando, pero solo pretendo protestar por esta moda de acotar permanentemente la confrontación de ideas, el debate profundo, la búsqueda de esa verdad que las ramas nunca nos dejan ver. Se leen comunicados sin admitir preguntas, se dan turnos de réplica muy medidos, o se comparece tras un Consejo de Ministros donde tanto las preguntas como las respuestas son absolutamente previsibles. Pues vale. Ahora la moda que nos llega de Francia es elegir a cien ciudadanos para que hagan una pegunta a quien sea. Y si la pregunta es qué pasa con las viviendas, la respuesta es un cúmulo de datos e intenciones que no clarifican absolutamente nada. Y todo así.
Lo malo es que sabiendo ya que lo más trascendente de la prueba anterior fue el precio del café, me imagino a Rajoy y sus asesores enterándose de lo que vale una barra de pan, el famoso billete de metro y hasta una caja de preservativos. Que se prepare bien porque el único que se ha hecho famoso tras el programa ha sido el del precio del café.
Andres Aberasturi