MADRID 22 Sep. (OTR/PRESS) -
Los periodistas de "Newsweek" presentaban un negro panorama de nuestro país y le preguntaban al presidente Zapatero si con la tasa de paro y el déficit público galopante España se estaba hundiendo. La respuesta del Presidente fue sencilla: "No. Basta salir a la calle para ver que no es así". Y es verdad: la vida sigue caminando por las aceras, los colegios se llenan de niños y el asfalto de coches. Pero he intentado seguir el consejo de ZP y no sólo he bajado a la calle con otros ojos, con los ojos de ver más allá de lo cotidiano, sino que también me he dado una vuelta por los polígonos que rodean cualquier capital.
No hay barricadas aunque lo parece por culpa de unas obras que nunca nos abandonan, ni famélicas legiones de parias de la tierra bajan por las avenidas. Pero tal vez le interese al presidente lo que he visto sólo dando la vuelta a la manzana de mi casa. He visto que la pequeña joyería familiar de barrio está cerrada. He visto que una tienda de regalos está cerrada. He visto que, de noche, a las puertas del súper, se arremolinan al menos una docena de personas para buscar en el contenedor lo que es establecimiento retira. He visto que ha cerrado la librería papelería de toda la vida. Y también un bar. Y se traspasa una tienda de vestidos en la que sólo queda un maniquí desnudo. He visto que además del acordeonista de siempre, las tres esquinas restantes están tomadas por pobres de pedir limosna. He visto que al mediodía, la cola frente a la parroquia donde dan comida se ha multiplicado por tres. He visto que prácticamente en todos los portales de la zona hay al menos un letrero -en algunos casos dos- de "se vende o alquila". Sólo he visto eso: ni barricadas, ya digo, ni grandes manifestaciones. Pero me parece un síntoma al menos alarmante y si el presidente saliera a la calle con los ojos de ver más allá de lo inmediato* es más: si el presidente saliera a la calle, tal vez palparía esa otra realidad silenciosa y tremenda de los pequeños comercios cerrados porque detrás de cada una de esas tiendas ya vacías, hay al menos dos o tres tragedias: la de los dueños del negocio y un par de empleados o empleadas. Si el presidente preguntara por qué están a la venta tantos pisos, vería que casi siempre hay también una historia angustiosa. Y tal vez sería bueno preguntar por qué los que se interesan por esos pisos renuncian a comprarlos cuando echan cuentas o acuden al banco a pedir una hipoteca que se les niega. Si el presidente viera revolver los contenedores de basura en busca de comida caducada a gente que parecer "normal", no sé yo si animaría a los del "Newsweek" a darse una vuelta por las calles.
Y en los polígonos, pasa lo mismo: el que no liquida a precio de coste la mercancía que aun le queda, o ha cerrado o piensa hacerlo. Otros se mantienen como pueden pero cada mes es más difícil resistir, cada mes resulta más y más angustioso no poder pagar porque el que les debe tampoco puede pagar porque aun no ha cobrado de un tercero que también le debe. Y así.
Cuénteles, señor presidente, a todos estos lo que les contaba usted a los de "Newsweek", eso de que "la recesión en España será menor que en otros países europeos". Baje a la calle, presidente porque en Moncloa no hay tiendas pequeñas, no hay pobres, no hay pisos que se vendan o alquilen. Baje a la calle y verá que es cierto que España no se hunde, pero los flotadores se empiezan a vender ya en le mercado negro.