MADRID 19 Feb. (OTR/PRESS) -
El pasado fin de semana el PP llevó la conjura de los venados a la campaña electoral (vascas y gallegas). Este miércoles la llevó al Parlamento, en una sesión sobrecargada de frases manufacturadas. De "degradante" y "bochornoso" calificó Rajoy el encuentro del juez Garzón, el ministro Bermejo y el comisario González en una cacería. Como el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, optó por no entrar al trapo (se limitó a pedir respeto al funcionamiento del Estado de Derecho), la réplica la daría luego el ministro Rubalcaba: "A mi no me gusta la caza, pero es legal. Lo que no es legal es la caza de comisiones por obras públicas".
Mariano Rajoy y sus diputados hicieron mucho ruido en la sesión de control al Gobierno sobre la supuesta campaña de acoso del PSOE al PP mediante el uso partidista de las instituciones, cuyo principal elemento de prueba sería la comentadísima cacería.
Pero ni media palabra sobre los "cazadores y cazados" que, según Rubalcaba, habitan los interiores del PP. Ni media palabra sobre la posibilidad, ni siquiera remota, de que algún cargo público de este partido puede haber tenido comportamientos corruptos.
Quienes estén en ese caso, y algunos nombres ya han transcendido, deben estar agradecidos y felices con este discurso oficial del PP. Consiste en orientar toda la artillería verbal contra el dúo cinegético Garzón-Bermejo, en nombre de Montesquieu, y olvidarse de hacer limpieza dentro de sus propias filas. La impresión que trasciende a la opinión pública es que la dirección del principal partido de la oposición está poniendo la mano en el fuego por los sinvergüenzas que usan unas siglas honorables para redondear sus patrimonios personales.
Tal vez sea excesivo afirmar que el equipo de Rajoy pone la mano en el fuego por estos indeseables. Digamos que, al menos, les está dando cobertura. Y a partir de ahí, a falta de explicaciones, es libre el proceso de asignación de intenciones a la hora de descifrar las razones por las que la dirección nacional del PP no actúa con mano dura sobre quienes tanto daño hacen a la imagen de un proyecto político.
Entre pedrada y pedrada contra los protagonistas de la famosa cacería, no estaría mal que Rajoy y su gente se ocuparan de este aspecto del asunto, la corrupción en la vida pública, que es central, mientras que lo de la cacería, criticable por muchas razones, es una derivada.