MADRID 8 Oct. (OTR/PRESS) -
No sería la primera vez que un político de vuelo alto fuese pillado en falta, aunque no llegase a la inclusión en una causa judicial con desenlace condenatorio. Algunos no han sido condenados, ni procesados en algunos casos, y sin embargo han sido social y políticamente penalizados por una mala práctica o por un comportamiento poco ejemplar (¿recuerdan, por ejemplo, al ministro Fernández Bermejo?).
De modo que no es cuestión de escandalizarse porque el ministro portavoz del Gobierno y número dos del PSOE, José Blanco, pudiera estar en uno de esos casos. En este país ya descontamos nuestra particular cura de espanto a ese respecto. Lo chocante es que se le ponga bajo sospecha porque cierto empresario gallego, con el asesoramiento de un abogado enredador haya decidido unilateralmente ponerlo bajo sospecha sin otras pruebas que su palabra de imputado por fraude fiscal, alzamiento de bienes (meter la mano en la caja), falsedad documental y no sé cuantas cosas más.
Sostiene el mentado empresario, Jorge Dorribo, que hizo llegar 400.000 euros hasta el bolsillo de Blanco por las gestiones que éste hizo en los Ministerios de Sanidad y de Hacienda a favor de aquél. Pero resulta que en estos últimos días ha quedado demostrado documentalmente que las pretensiones de Dorribo fueron rechazadas.
Cierto que, a pesar de no haber obtenido lo que pedía el empresario, el ministro pudo haber llevado a cabo las gestiones solicitadas, pero no se entiende que habiendo resultado fallidas fueran finalmente recompensadas con 400.000 euros. No menos inverosímil es que el ministro, con su coche oficial y en presencia de la guardia civil, se citara en una gasolinera con el susudicho para cometer un delito (soborno, el cohecho, tráfico de influencias...).
En todo caso, y a falta de otros elementos de juicio, es la palabra del ministro Blanco, que niega haber recibido directa ni indirectamente cantidad alguna de Dorribo, contra la del empresario. Y ahí es donde entra la famosa sentencia machadiana de que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Por supuesto. Lo que pasa es que si el porquero nos sale mentiroso y manipulador no hemos hecho nada.
Admito que el relato del porquero, a pesar de sus antecedentes por conductas poco recomendables y ya pasadas por la cárcel, pudiera ser cierto. Pero tendrán que aparecer pruebas fehacientes y otras piezas de convicción. Las manejadas hasta ahora sólo han servido para practicar la caza contra el ministro portavoz del Gobierno. Y en cuanto a la calidad de dichas pruebas, me parece que insultan la inteligencia o han quedado totalmente desmentidas en los comunicados de los dos Ministerios concernidos.