Actualizado 01/02/2007 01:00

Antonio Casado.- Ibarretxe como síntoma

MADRID 1 Feb. (OTR/PRESS) -

Al abandonar el Palacio de Justicia de Bilbao, donde había comparecido ante el juez Roberto Sáiz, como imputado como colaborador necesario en un posible delito de desobediencia, el lehendakari, Juan José Ibarretxe confirmó y reconfirmó su encuentro de abril con los jefes de Batasuna en el Palacio de Ajuria Enea, amén de otros no incluidos en las diligencias judiciales, y que volverá a hacerlo siempre que lo considere necesario porque forma parte de sus obligaciones y de su compromiso con la sociedad vasca. Nada que objetar, por más que sus declaraciones ante el juez y luego ante los periodistas, nos remitan a un caso claro de insumisión. Como imputado y como titular de una institución, tiene derecho a defenderse y a defender sus posiciones políticas. Pero si en ese viaje comete o ha cometido algún delito, lo tendrá que decir un tribunal y no él, por muy lehendakari que sea.

Esa es la clave. Ahí está la cuestión de fuero que Ibarretxe y los dirigentes del PNV se han pasado por el arco del triunfo con su previa conducta de presión y deslegitimación del Poder Judicial. No por discrepar de la imputación o de la sentencia del Supremo que ilegaliza a Batasuna y da lugar a la suspensión de sus actividades, sino por utilizar a favor de sus intereses el derecho de manifestación, que está en el ámbito de la democracia participativa, donde se mueven los ciudadanos, y no en el de la democracia representativa, donde se mueven los líderes, en contra de los Tribunales, uno de los tres poderes del Estado en régimen de separación.

De todos modos, estás son las sagradas reglas del juego de la Democracia. Es imprescindible su observación y su acatamiento, pero no dejan de ser reglas. El verdadero fondo de la cuestión es político y no vale la pena engañarse a este respecto. Si el nacionalismo vasco arremete contra los tribunales de Justicia es porque nos tribunales de Justicia no son suyos, pues forman parte de un ordenamiento jurídico-político cuya impugnación es el santo y seña del nacionalismo vasco. Si no entendemos eso, no entendemos nada de lo que está pasando.

Tampoco se puede cerrar el diagnóstico sin recordar que el culpable de todo ésto es el terrorismo de ETA, cuya estirpe política e ideológica hunda sus raíces en el nacionalismo vasco. Pues bien, ETA deja siempre por donde pasa un rastro de sangre y de miseria moral, pero además causa serios desperfectos en el funcionamiento de las instituciones. Y en sus cimientos. Es la peor especie de carcoma contra la Constitución Española.

Antonio Casado.

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