Publicado 10/09/2013 12:00

Antonio Casado.- Jugamos y Perdimos

MADRID 10 Sep. (OTR/PRESS) -

Un colega habla de "fanfarria mediática provinciana" para referirse a quienes crearon falsas expectativas sobre un eventual triunfo de Madrid 2020 en la votación de este fin de semana en Buenos Aires. Me siento concernido por esa calificación porque fui de los que, aún consciente de los elementos que jugaban en contra de nuestra candidatura olímpica, me pareció más conveniente aparcarlos y sumarme a la contagiosa ofensiva propagandística de agitadores como el príncipe de Asturias, el presidente Rajoy, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y su contraparte socialista, Jaime Lizavetsky.

A balón pasado ya es más fácil asumir que, efectivamente, la imagen de España en el exterior no está pasando por su mejor momento. Las cifras de paro, los episodios de corrupción que salpican a las más altas magistraturas del Estado (léase Familia Real y Presidencia del Gobierno), la visualización de la pobreza en las calles de nuestras ciudades, los agujeros estructurales de la economía española, el incierto desafío del separatismo catalán, los consabidos estragos de la crisis económica en España o el hecho concreto de que Madrid sea la ciudad más endeudada del mundo, no eran las mejores credenciales a la hora de competir por la organización de un magno evento deportivo que busca, ante todo, seguridad financiera.

Pero, insisto, algunos decidimos sumarnos a la "fanfarria mediática provinciana" por si acaso. Por si sonaba la flauta y podíamos dar a los españoles una buena noticia contra el desaliento reinante. En vísperas de la reunión del COI (Comité Olímpico Internacional) en Buenos Aires, escribí que para levantar cabeza nos hacía falta la adjudicación de los Juegos Olímpicos de 2020. Y por eso procedía decretar una tregua en el relato de nuestros males y en nuestras querellas de barrio mal avenido, si eso servía para conseguir ese antídoto contra el pesimismo ambiental generado por la profunda crisis económica que estamos sufriendo en España.

Bueno, jugamos y perdimos. De nada sirvieron los desvelos del príncipe Felipe, el apoyo popular, las mil-millonarias inversiones en infraestructuras deportivas, la paz social o los besos furtivos a la estampita del santo preferido. Hubo fumata negra negrísima, algo parecido a la humillación, porque quienes tiraban del carro lograron contagiar su entusiasmo puertas adentro pero no puertas afuera.

Está claro que no nos ven con buenos ojos fuera de nuestras fronteras. Se manejan diversas teorías para explicarlo. Y, afortunadamente, muy pocas caen en la fácil apelación al victimismo. Hemos perdido con elegancia, al menos en el relato oficial de lo ocurrido en la noche triste del sábado pasado en Buenos Aires. Simplemente, el desaliento de los españoles y la recuperación de su economía no cotizaron en la bolsa de valores de los 94 miembros-electores del COI. Otra vez será. O no.

Contenido patrocinado

Foto del autor

Victoria Lafora

Hoy se zurran, mañana pactan

Foto del autor

Carmen Tomás

30.000 millones de gasto en un mes

Foto del autor

Fernando Jáuregui

Todo lo que estamos haciendo mal (que es mucho)

Foto del autor

Antonio Casado

Un rey de todos