MADRID 6 Feb. (OTR/PRESS) -
Nunca se privó de proclamarlo. En numerosas ocasiones ha dejado constancia el presidente del Gobierno de no ser en absoluto nacionalista. Ni de los de Imaz ni de los de Acebes, se entiende. También es de general conocimiento su idea sobre la Nación.
Después de ventear su doctrina sobre el carácter discutido y discutible de ese concepto, no se entiende que Zapatero y el PSOE se rasguen las vestiduras por el uso indebido de la bandera y el himno nacionales en actos partidistas por parte del PP. A los socialistas les sobra razón al afear tal conducta del PP. Pero les falta coherencia.
Hecha esa salvedad, conviene sobrevolar la confrontación palabrera del lunes, cuarenta y ocho horas después de la manifestación apadrinada por el PP y tres semanas después de la manifestación apadrinada por el PSOE. Ojo a la formulación. Carece de matices pero se ajusta a lo que está ocurriendo. Es la mejor manera de referirse a dos diferentes expresiones de la aversión común a ETA.
Sobrevolemos, pues, a Acebes, Prada, Blanco, López Aguilar, etc., en su estúpido debate sobre galgos y podencos mientras la jauría terrorista sigue acercándose después de su famoso repliegue estratégico del 22 de marzo.
Retengamos únicamente la idea, a fin de combatirla, de que nuestros dos principales líderes políticos, el que gobierna y el que puede gobernar, han arruinado las esperanzas de un frente común PSOE-PP contra ETA abierto al resto de las fuerzas políticas. Y es absolutamente estéril perder el tiempo en esos debates furiosos y palabreros sobre si es uno u otro quien tiene la culpa.
Que el ministro de Justicia acuse al PP de confiscar la bandera y el himno los símbolos nacionales o que Acebes siembre la sospecha de una supuesta desafección del PSOE por los símbolos nacionales, es insensato, autodestructivo y claramente ventajoso para los terroristas, el supuesto enemigo común.
Mientras tanto, Rajoy colabora uniéndose a manifestaciones donde se grita: "¡Zapatero, al hoyo con tu abuelo¡". Y Zapatero, por su parte, alimenta el desaliento con su falta de respuestas claras a la pregunta del millón: ¿Piensa el Gobierno reanudar el diálogo con ETA?
Sobre esa incógnita no despejada se ha vuelto a cargar el ambiente de climas de opinión artificiales. Y tampoco Moncloa resiste la tentación de hacer trampas semánticas con un discurso sin "certezas" para encubrir su intención de volver a las andadas a medio plazo.
Antonio Casado.