MADRID 12 Sep. (OTR/PRESS) -
Del reciente debate monográfico en el Congreso de Diputados sobre la crisis económica me quedo con la práctica unanimidad de todos los grupos parlamentarios, excepto el socialista, naturalmente, a la hora de reprobar las medidas del Gobierno y el modo de llevarlas a cabo. Erráticas, ineficaces, improvisadas, etc. De uno u otro modo, todos vinieron a acusar a Zapatero de pilotar sin rumbo conocido la lucha contra la crisis.
Sin embargo, no hubo complicidad con Rajoy, que es el aspirante al poder como líder del principal grupo de la oposición. En este sentido, el presidente del PP volvió a perder una oportunidad de acorralar a Zapatero y capitalizar la debilidad del presidente. Y eso que el PP ha convertido la crítica a la política económica del Gobierno en su gran apuesta para echar a los socialistas del poder. Hasta ahora con poco éxito, a juzgar por las expectativas de voto reflejadas en los sondeos.
La estrategia del PP cuenta con que la crisis económica acabe siendo la tumba política de Zapatero. Así que Rajoy y su gente se hartan de potenciar esa lógica, casi como única herramienta en el ejercicio de la oposición, como hicieron en la Legislatura pasada respecto a la política antiterrorista. A pesar del desenlace del llamado "proceso de paz", coincidente con la "lógica" de las ácidas críticas del PP a las negociaciones con ETA, Rajoy volvió a ser derrotado por Zapatero en las elecciones generales celebradas en marzo de 2008.
Rajoy se equivocó entonces y puede volverse a equivocar ahora con su oposición casi monográfica a la política de Zapatero para salir de la crisis económica. De hecho las encuestas no están reflejando los daños que, en buena lógica, deberían tener a Zapatero al borde del colapso político, como está ocurriendo con Brown en Inglaterra, mientras avanza en los sondeos el conservador Cameron. Dicho de otro modo: a diferencia de lo que está ocurriendo allí, Rajoy no ha mejorado las expectativas de voto del PP en la medida que sería previsible después de tener a Zapatero a la defensiva durante casi dos años.
Y no parece que haya mejorado la situación del aspirante después de su cruce parlamentario con el titular en el debate del miércoles pasado. Rajoy estuvo prudente y tuvo unas intervenciones muy aseadas, pero volvió a pecar de cargar demasiado las tintas en la descripción de los síntomas, más que en las propuestas. Sus alternativas se redujeron al sí a la reducción del gasto público y el no a la subida de impuestos, que se quedaron en el simple enunciado a pesar de que el presidente del Gobierno le invitó a que precisara. O, al menos, a que se sentaran juntos a precisar. Sobre todo en materia de energía y educación, que son las dos áreas sobre las que Zapatero busca un pacto a toda costa con el PP.