Actualizado 06/10/2007 02:00

Antonio Casado.- El vídeo de la discordia

MADRID 6 Oct. (OTR/PRESS) -

Si lo que se pretende con el comentadísimo vídeo de las Juventudes Socialistas es predicar la necesidad de enseñar la asignatura de Educación para la Ciudadanía en las escuelas, las cosas se han hecho rematadamente mal. Es evidente que quien haya concebido y elaborado ese guión está muy necesitado de educarse en la ciudadanía, uno de cuyos dogmas -civiles, ojo- es aprender a respetar al adversario. En la política, como en el deporte, debería practicarse el juego limpio. Los buenos deportistas, y son buenos en su inmensa mayoría, lo saben, lo tienen muy en cuenta y lo practican de hecho. La política es otra cosa. Si alguna vez reinó el juego limpio en la política española, eso se terminó a finales de 1993. Era la primera vez que una derrota electoral inducía el juego sucio por parte del perdedor. En aquella Legislatura (93-96) se empezaron a desbordar los límites del juego limpio y desde entonces las malas artes se incluyeron en la normalidad del debate político.

De aquellos polvos, estos lodos. Establecido que el dichoso vídeo de los jóvenes del PSOE es un producto barato, burdo, en el que la sal gorda impide ver otra cosa que el desprecio por el desprecio al adversario político, debemos preguntarnos si la parte ofendida en este caso está en condiciones de tirar la primera piedra. Ustedes dirán, con razón, que el hecho de que el PP haga cosas parecidas, o peores, no justifica el hecho de que las hagan los socialistas. Es un buen argumento. Pero también lo es la fuerza moral del ofendido a la hora de señalar al ofensor. Una fuerza moral que no se desprende de las pedradas recibidas por el mismísimo presidente del Gobierno de la Nación y arrojadas por quienes ahora, con toda la razón, dicen que se puede mantener una sana y legítima confrontación política y electoral sin necesidad de poner en ridículo al adversario.

Estas son algunas de las pedradas verbales que los dirigentes del PP (Rajoy, Acebes, Zaplana.) han lanzado sobre la frente de Rodríguez Zapatero a lo largo de esta Legislatura: "bobo solemne", "cobarde", "acomplejado", "grotesco", "zafio", "manipulador", "chisgarabís", "frívolo", "antojadizo", "indigno", "amigo de terroristas" y, más recientemente y por lo bajinis, "masón". Esta última intoxicación es más propia de los medios afines al PP que de sus propios dirigentes, pero a estos se les ensancha la sonrisa cuando escuchan eso de que "Zapatero es un instrumento de la masonería para descristianizar España", que va firmado por presuntos historiadores como Ricardo de la Cierva, César Vidal y Pío Moa.

Y todas estas cosas no parecen más presentables ni más defendibles que el ya famoso vídeo de las Juventudes Socialistas protagonizado por el pijo y la "marisabidilla".

Antonio Casado.

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