MADRID 4 Sep. (OTR/PRESS) -
La vuelta al cole está marcada por la inminencia de las elecciones generales del próximo mes de marzo. Apenas seis meses para dirimir la muerte política de Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy, pues hemos de dar por seguro que uno de los dos se tendrá que ir a su casa después de una Legislatura en la que no se ha buscado el desgaste sino la eliminación del adversario. No es precisamente una forma de ennoblecer este oficio público pero eso es lo que hay.
En clave preelectoral el presidente del Gobierno enseñó la patita el pasado fin de semana en su tradicional evocación minero-socialista de Rodiezmo (León) y en unas amplias declaraciones al director de 'El País'. Electoralistas donde las haya. Alarde retórico en el anuncio de que "las pensiones mínimas subirán el doble". Es como comparar el crecimiento de un bebé con el de un cuarentón. Y, por otra parte, elogio de la eficacia policial contra ETA, que está sirviendo para hacer olvidar el gatillazo de lo que Zapatero sigue llamando "proceso de paz"
Al otro lado de la barricada electoral, donde andan enredados en una estúpida polémica sobre la sucesión de Rajoy (¿Habrá contratado el PP los servicios de Pepe Blanco como asesor?), su gran valedor mediático, el diario 'El Mundo', publicaba este lunes un sondeo que insiste en cantar una situación casi de empate técnico con el PSOE (1.4 puntos de diferencia). Lo que de verdad canta es la disimulada intención de motivar a las huestes del PP, que andan algo cabizbajas desde la decepcionante intervención de Rajoy en su último cuerpo a cuerpo parlamentario del 3 de julio con el presidente del Gobierno.
Con unas cifras casi escandalosas de superávit en las cuentas públicas, el Gobierno puede prometer y prometerá lo que haga falta en materia económico-social. Es electoralismo de manual. Y si se mantiene la cadena de éxitos policiales en la lucha antiterrorista, muy mal tendría que hacer las cosas el Gobierno para no alcanzar la mayoría suficiente que reclamaba Rodríguez Zapatero el domingo pasado desde el periódico más adicto a la causa electoral del PSOE.
En cuanto al PP, me temo que Rajoy va a pagar las consecuencias de no haber sabido desprenderse de los tres fardos que han condicionado su estrategia y su discurso a lo largo de la Legislatura. El primero, la inercia aznarista. El segundo, el luto del 14-M. Y el tercero, el peso desproporcionado de ETA en el discurso oficial del partido. En su día Rajoy no quiso o no pudo librarse de tan incómodos condicionamientos y ahora ya es demasiado tarde para rectificar.
Lo curioso es en su propio partido donde han percibido el agujero, incluso antes que los adversarios políticos naturales. Y por eso ha prendido con tanta facilidad esa autodestructiva polémica sobre el número dos de Rajoy.
Antonio Casado.