MADRID 18 Sep. (OTR/PRESS) -
No existe demostración empírica y científica que confirme una relación de causalidad entre la derrota de España ante Rusia y la presencia de Zapatero, por vez primera en todo el Europeo, en el palco de honor del pabellón de la Comunidad de Madrid. Seguramente fue casual el hecho de que laSexta ofreciera un plano del palco un segundo antes de los dos que dispuso España para ganar el oro y que Gasol consumió sin el premio perseguido y merecido. Se queja Zapatero de que el PP le eche la culpa de todo, "de la dimisión de Imaz e incluso de si España hubiera perdido frente a Grecia" un día antes, supuesto que no se produjo, como es sabido, por improbable e imposible dado que mientras la contundente y eficaz selección española de baloncesto lidiaba con los aguerridos e incómodos helenos, el presidente se encontraba, no ya en la Moncloa, sino en Barcelona con suficiente tierra de por medio como para que alguien en el pabellón reparara en su persona. O sea que no es de recibo catalogar a Zapatero de "gafe" por más que sus apuestas y afectos personales y políticos, de Kerry a Segolène, pasando por Artus Mas, Imaz u Otegui, que primero fue su hombre de paz y ha terminado en la cárcel, hasta concluir con Miguel Sebastián, Juan Fernando López Aguilar y Fernando Puras, sus candidatos en Madrid, Canarias y Navarra respectivamente, se hayan ido estrellando contra la fatalidad política.
Es injusto, asimismo, que alguien pueda establecer una correlación efectiva entre su optimismo antropológico respecto al terrorismo, un día antes de que ETA se llevara por delante la T-4 de Barajas y asesinara a dos personas, o más recientemente sobre la situación económica en vísperas de que la crisis financiera dibujara un horizonte de indefinición e incertidumbre como la calificó su vicepresidente económico. Quizá Zapatero que siempre presumió de tener "baraka", la misma que le llevó a convencerse, cuando ni los suyos creían en ello, de su triunfo electoral el 14-M aunque para eso mediara el más trágico atentado terrorista de la historia de España, no sea consciente de que el influjo benefactor de aquella tenía fecha de caducidad y que, incluso, ahora se le ha podido volver en contra. Porque el azar, al igual que el amor se transmuta en odio y también caprichoso e imprevisible, cuando desaparece da paso al desagradable estadio de producir a quien abandona el efecto contrario de lo que persigue y desea. ¿Le habrá pasado eso a ZP? Por si acaso haría bien en producirse de palabra y obra con suma discreción cuando se trata de los intereses de España.
Antonio Jiménez.