MADRID 13 Jul. (OTR/PRESS) -
Dos hechos recientes han evidenciado el nivel de mezquindad y por ende de ruindad, de falta de nobleza, que sacude parte de la vida política española. En Bruselas un europarlamentario socialista cuyo mayor mérito político es el de haber hecho toda su carrera bajo el paraguas protector del PSOE, primero en el Congreso de los Diputados durante la primera legislatura democrática del 77 y después en el Parlamento europeo, -el caso es que nunca dejó de ocupar un escaño en Madrid o Estrasburgo tapizado con "piel de contribuyente" español o europeo-, ha cometido la vileza de oponerse a que unas becas destinadas a mujeres investigadoras de la Unión Europea (UE) lleven el nombre de Loyola de Palacio argumentando un supuesto pasado controvertido de la que fue eficiente y activa ministra de Agricultura del primer gobierno de Aznar y sobresaliente comisaria responsable de lidiar con los transportes y la energía de la UE.
El miserable se llama Miguel Angel Martínez y en su día también ocupó la secretaría general del PSOE castellanomanchego a pesar de su condición de cunero madrileño que aterrizó como "paracaidista" en Ciudad Real. La actitud moralmente despreciable de este eurodiputado socialista cuya actividad en Bruselas se ha distinguido siempre por su enfervorizada defensa de los totalitarismos comunistas como el de Castro en Cuba y anteriormente el de Ceacescu en Rumanía y de los sandinistas en Nicaragua, no habría tenido mayor trascendencia si hubiera sido reprendido por el grupo socialista europeo que lidera Elena Valenciano. Muy al contrario, los socialistas europeos han respaldado tácitamente con su silencio cómplice la misma actitud mezquina y sectaria del intolerante Martínez con una compatriota que si se caracterizó políticamente por algo, fue por su decidida lucha en favor de la libertad frente al terrorismo opresor.
Y no menos mezquino ha sido Zapatero al ignorar cualquiera de los actos que la familia y la fundación que lleva su nombre han organizado esta semana en recuerdo de Miguel Angel Blanco Garrido cuando se cumplen diez años de su secuestro y posterior asesinato. Zapatero ha demostrado con su indiferencia institucional que no solo no tiene interés en reconciliarse con todas las víctimas a las que ha herido moralmente durante su fracasado proceso de paz, sino que está decidido a seguir apostando por esa memoria selectiva y sectaria que conmemora y recuerda sólo a una parte de los que murieron en España ya fuera en la guerra civil o asesinados por el terrorismo de ETA. Y Miguel Angel Blanco, lamentablemente, era un concejal del PP al que Zapatero ha preferido olvidar quizás por lo que representa para millones de españoles: la espontánea rebelión cívica, serena pero contundente contra la misma ETA y el mismo entorno político con los que se empeñó en negociar erróneamente el presidente.
Antonio Jiménez