Actualizado 20/01/2007 01:00

Antonio Jiménez.- La ministra pejiguera

MADRID 20 Ene. (OTR/PRESS) -

Elena Salgado, bajo su aspecto de fragilidad y discreción, oculta un espíritu indomable y decidido a organizarnos la vida. La titular de Sanidad se ha empeñado en intervenir sobre los vicios, costumbres, tradiciones y hábitos de consumo de los españoles y va a terminar por regularnos la respiración, el sueño y hasta las necesidades fisiológicas. No es Elena Salgado de esas políticas que adornan su gestión con el talante y el dialogo del que presume su jefe y mucho menos con flexibilidad y transigencia.

Con la Ley del Tabaco no consiguió conciliar los deseos e intereses de tabaqueras, hosteleros y fumadores y ahora lleva el mismo camino con la Ley del Alcohol. Los primeros están que "fuman en pipa", y nunca mejor dicho, con ella; menos mal que en Madrid , Esperanza Aguirre, ha introducido algo de sentido común y mesura a una normativa excesivamente rigorista, desproporcionada y casi de imposible cumplimiento. La ministra apostó por el extremo antes que por esa imprescindible flexibilidad y cintura que como gestora de la cosa publica debiera haber exhibido para contentar a fumadores, no fumadores y empresarios, en el convencimiento de que la sociedad española es tolerante, y como tal siempre busca espacios de entendimiento.

En la Ley del Alcohol lleva el mismo camino de elevar el listón hasta el límite de poner en pie de guerra, como se está viendo ya, a bodegueros, cerveceros y editores. La ley es una mezcla de información preventiva y prohibiciones que configuran un cóctel letal para los intereses de las empresas del sector y de los medios de comunicación. Bien está que se regule sobre la educación, especialmente dirigida a los jóvenes, y la prevención acerca del consumo responsable del alcohol, pero la ley no se queda ahí sino que en línea con el autoritarismo que impregna el sello legislativo de la ministra, se extralimita en otros aspectos como el de condenar al ostracismo publicitario al vino y a la cerveza, además de restringir de forma drástica su consumo y venta a pesar de la paradoja que implica el hecho de que el vino forme parte de nuestra dieta mediterránea.

En fin, la ministra pejiguera se esfuerza, muy a nuestro pesar, en procurarnos una vida larga y sana sin alcohol, tabaco y colesterol para después, llegado el ocaso, brindarnos su complicidad y comprensión para un plácido y dulce viaje "mar adentro". Estamos a un paso de enfrentarnos a la grave contradicción que supone que haya libertad plena para elegir entre seguir viviendo o morir hasta poder elegir libremente la muerte, como ponderan los entusiastas de la eutanasia, y, sin embargo, no te dejen ninguna libertad para vivir y elegir libremente una forma de vida. Guillermo Cabrera Infante dejó escrito, con algo de sentido común, que "el tabaco no mata, mata la vida". Pues eso.

Antonio Jiménez.

Contenido patrocinado

Foto del autor

Fernando Jáuregui

Sánchez, al fin, sale a la ofensiva, pero ¿qué ofensiva?

Foto del autor

Antonio Casado

Memoria de Rubalcaba

Foto del autor

Fermín Bocos

Annus horribilis

Foto del autor

Charo Zarzalejos

Castillo de naipes