Actualizado 20/02/2007 01:00

Antonio Jiménez.- Realidad abstencionista

MADRID 20 Feb. (OTR/PRESS) -

Entraba tan poquita gente a aquella discoteca, anunciada como "Charada", que el recurrente e ingenioso gracejo andaluz la utilizó hábilmente como sinónimo de inactividad y desdén: "te aburres mas que el portero de Charada". No había más que observar la foto de prensa con los gestos de tedio y desgana de los integrantes de las mesas electorales instaladas en el inmenso, vacío y desangelado patio del colegio San Felipe Neri de Cádiz para escrutar la verdadera "realidad nacional" andaluza ante el nuevo Estatuto. La presencia de un solo votante entre las seis mesas electorales desplegadas por los más de 1000 metros cuadrados venía a demostrar el entusiasmo, perfectamente descriptible, que la reforma estatutaria había despertado entre los andaluces antes, durante su reforma y en el momento de ser refrendado: ninguno.

De las justificaciones empleadas para explicar el ridículo hecho en las urnas por quien apadrinó el proyecto me quedo con el símil futbolístico del propio Chaves: "los andaluces no se han acercado a las urnas por exceso de optimismo. El partido estaba ganado de antemano". Le faltó añadir que por eso no se bajaron del autobús. Todo menos admitir que el fracaso es consecuencia de algo tan evidente como que la reforma del Estatuto nunca figuró entre los problemas, preocupaciones y prioridades de los andaluces. Pero, claro, reconociendo ese extremo, tendría que asumir el error y las críticas de quienes hemos sostenido que la reforma del Estatuto de Carmona solo estaba motivada por el intereses partidista de Chaves, quien primero utilizó la confrontación con Aznar para maquillar la falta de ideas y proyectos con los que ilusionar a los andaluces, y después para darle cobertura a un Zapatero comprometido con el "Estatut" del "tripartito" y del que dependía su continuidad en la Moncloa.

Durante la anodina campaña del referéndum los dirigentes socialistas no se cansaron de repetir que el estatuto andaluz era lo mismo que el catalán. Los andaluces debieron creérselo tanto que, incluso, imitaron a los catalanes hasta en el hecho de abstenerse masivamente como ocurrió el 1-N en Cataluña. Ambos Estatutos, en efecto, son la misma cosa que ha suscitado en las urnas el mismo desdén y desinterés de catalanes y andaluces, cosa que no le importa nada al "optimista antropológico de la Moncloa", quien a pesar de tan descriptibles éxitos de democracia participativa sobre sus reformas territoriales, reparte felicitaciones y parabienes ,como ayer hizo con Chaves, sin reparar en gastos abstencionistas. Menos mal que Zapatero fue también el mismo que había prometido nada mas llegar a la Moncloa que escucharía siempre la voz de los ciudadanos. Quizás por ello, preocupado sólo por las voces , no oyó el ensordecedor silencio de los cerca de cuatro millones de abstencionistas andaluces.

Antonio Jiménez.

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