MADRID 19 Abr. (OTR/PRESS) -
"Partidos y corrupción: Los partidos políticos carecen de la imprescindible ética y de la necesaria credibilidad para combatir y denunciar la corrupción. La que afecta a su partido la minusvaloran, la ocultan y hasta la encubren. La del contrario la utilizan como arma. Camps y Chaves los definen y ejemplifican". Colgué esa frase en mi blog y otras redes sociales y la demostración empírica de lo dicho no tardó en llegar casi torrencialmente. Y no precisamente por aquellos que de una forma u otra suscribían el axioma sino por quienes desde un lado u otro de la política lo combatían. Inequívoca y triste expresión asimismo de que el sectarismo alcanza y contamina cada vez más al conjunto de la sociedad y desborda el ámbito de los "orgánicos" de los diferentes partidos, que también asomó la oreja alguno, para instalarse en el común de las gentes.
Porque la prueba de lo expuesto no pudo ser más contundente. Los alineados y alienados con el PP entraron en tromba a declarar que no era comprable ni de recibo comparar los cuatro trajes de Camps, por los que el juez pide tan sólo una multa de 41.000 como toda pena, con la hedionda trama andaluza de eres, mercasevillas e hijos conseguidores. Por el otro lado, por el del PSOE, se clamó de inmediato, tras acusar al escribano del pecado de la "equidistancia", por la evidentes diferencias entre alguien que no está imputado con el valenciano que sí habrá de sentarse en el banquillo y está de hoz y coz en toda la trama Gürtel. Ni los unos quisieron reflexionar ante el fehaciente hecho de que el uno más allá de unas ropas es responsable ética y políticamente de haber dado entrada y permitido campar a sus anchas por su Administración a una panda de golfos apandadores, a ese muladar untado de brillantina que es la "Gürtel". Ni los otros ante la inequívoca presencia de un dinero para el paro, los Eres, entregado a los "clientes políticos", de comisiones y sobornos, de trapicheos y ayudas fraudulentas y de postre, los niños "consiguiendo cosas" porque papa era el presidente y precisamente como tal es responsable de esos Eres, de ese Mercasevilla y de esas prácticas cortijeras y corruptas.
En absoluto, los unos y los otros se dedicaron muy enconadamente a combatirse señalando en los contrarios y con idéntico argumento lo que se negaban a ver en sus propias carnes. Porque lo patético era, y es, que ambos utilizan para defenderse y atacar al otro lo que el otro utiliza exactamente para ofender al contrario y protegerse a si mismo. O sea, que la corrupción siempre es de los otros, está en los otros. Y la propia no pasa de pecadillo venial no comparable con la perversión del enemigo.
En suma, que bien ceñidas las anteojeras partidistas similares a aquellas que mi padre colocaba a las mulas para tirar del carro y enristrado el escudo del maniqueísmo más sectario, unos y otros se pusieron al tajo de "minusvalorar, ocultar y hasta encubrir" la corrupción propia mientras utilizaban la ajena como mejor arma para su ofensiva. Lo dicho, vamos.
Lo que nos lleva a la triste conclusión de que en el fondo y de fondo el único escape, la excusa repetida ofrecida como argumento único y único pensamiento y razón que sustenta todo se condensa en una frase que nadie escribe pero que a todos engloba: "Y tú más". Ese es el definitivo, concluyente y final resumen. El spot cierre de campaña.