Carlos Carnicero.- Ejemplarización contra el racismo

MADRID 27 Oct. (OTR/PRESS) -

El video del servicio de seguridad del tren que gravó la agresión a la joven ecuatoriana tiene un valor incalculable para conceptualizar lo que es el racismo. Ahora tenemos que asistir a la deficiencia manifiesta de nuestro sistema judicial que mantiene en libertad al agresor para que se pueda jactar de su barbarie ante los medios de comunicación que reproducen su imagen satisfecha sin que nadie se escandalice, de manera terminante, por las consecuencias que se anuncian de todo este asunto tan deficientemente manejado.

Lo que puede ocurrir es fácilmente previsible: un montón de tarados semianalfabetos, racistas, violentos y marginados están a punto de comprobar lo barato que sale apalear a una mujer extranjera. En medio de una catarata de problemas pendientes de resolver como consecuencia de la ola de inmigración, el tratamiento de esta agresión es el caldo de cultivo para que la xenofobia y el racismo se acojan a la violencia como fórmula para dar salida a las más bajas pasiones.

El Gobierno tiene un problema grave si no es capaz de garantizar que el Ministerio Fiscal sea implacable con cada uno de los episodios de violencia racista que se produzcan y que de esa manera convierta las medidas ejemplarizantes en el mejor instrumento de combate contra esa lacra.

El racismo es la más execrable manifestación de la estupidez humana y una ofensa intolerable contra quien se le quiere proferir el sentimiento de diferencia. Como el terrorismo, no debe tener margen para la tolerancia y la sociedad tiene que rearmarse para combatir con toda rotundidad cualquier germen de esa ignominia. El racismo con agresión es una infamia cuya impunidad no se justifica con nada.

La foto del delincuente que agredió a la joven ecuatoriana puede convertirse en un banderín de enganche para un montón de marginados que están a punto de convertir en héroe a este cobarde.

Todavía estamos a tiempo de reconducir este suceso a unos parámetros donde la cárcel y la más dura de las condenas posibles sea el antídoto para el peligro que nos acecha.

Carlos Carnicero