MADRID 20 Abr. (OTR/PRESS) -
Los dirigentes políticos cierran el negocio durante la semana santa porque saben que esta semana tienen todo el bacalao vendido; solamente los periodistas que estamos de guardia extrañamos algún esperpento en circulación. En realidad, es el último descanso antes de las elecciones autonómicas y locales. Luego comenzará la batalla.
¿Desconectaran los dirigentes en la playa? Sería magnífico que emplearan estos días para reflexionar un poco sobre la sociedad española y recordar el máximo principio de la política: la felicidad de los ciudadanos. Pero probablemente siguen urdiendo escaramuzas, buscando frases hirientes para desarbolar al adversario en esta guerra sin cuartel en que hemos convertido la política en donde en cada batalla se toca la corneta "a degüello" para indicar que no habrá prisioneros y que se quiere rematar al último de los adversarios.
La democracia moderna ha confundido felicidad con consumo; de forma que lo único que le preocupa es que los ciudadanos tengan capacidad de gastar para mantener en presión las calderas de la economía: las encuestas del CIS dicen lo contrario. La desafección de la política viene por la falta de cariño con que los partidos tratan a los ciudadanos comunes y por las trifulcas. Pasa como en las peleas de taberna: la gente con sentido común se va a su casa, no vaya a ser que le salpique el casco de una botella. En las elecciones van a votar las hooligans porque los aficionados que no son extremistas están horrorizados con la bronca y la falta de atención al ciudadano.
La extrema derecha crece en Europa. En España la tenemos integrada dentro de un ala del PP; es una ventaja pero una tragedia porque el PP podría ser un partido europeo, moderado, aconsejable y muchos españoles lo siguen percibiendo como una amenaza. Pero a ellos no les importa mucho. No creo que Mariano Rajoy esté pensando en estas cosas durante la semana santa encapsulada.
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