MADRID 22 Abr. (OTR/PRESS) -
El conseller de Innovació, Universitats i Empresa, de la Generalitat de Catalunya, Josep Huget, de ERC, ha aconsejado públicamente a la sociedad catalana que boicotee el aeropuerto internacional de Madrid para sus conexiones de vuelo internacionales. Es como la crisis del cava desde el nacionalismo catalán más aldeano. El objetivo es una presión para obtener el control y la gestión del aeropuerto del Prat. El método, la agresión.
Las iniciativas de ERC, "leal" socio de gobierno del President Montilla,siempre son en la misma dirección y ocurre que son connaturales al carácter independentista del partido político catalán, que hace unas pocas semanas ofrecía el gobierno de la Generalitat a CIU sólo a cambio de convocar un referendo sobre el derecho de autodeterminación. El PSC, prisionero de sus alianzas, elige mirar hacia otro lado.
Conforme se aproximen las elecciones generales, ERC radicalizará sus actitudes y pondrá en compromisos y encrucijadas al PSC y a la gobernabilidad de Cataluña, donde los silencios de José Montilla son mucho más elocuentes si se tiene en cuenta que no sólo es el líder del PSC sino que además ha sido Ministro de Industria del Gobierno de España.
La ventaja que tienen las charadas de los consejeros de ERC es que son pintorescas: proponen a los viajeros catalanes que cambien de avión en Frankfurt, París o Berlín antes que hacerlo en Madrid. Este dislate no ha tenido una respuesta contundente porque es tan desvaído, tan aldeano, tan increíble que nadie se lo ha tomado en serio y sucede que este tipo de patochadas sólo dibujan la terrible soledad del PSC, encadenado a gobernar con gentes como Josep Huget.
El PSOE y sus partidos hermanos o siameses han decidido establecer relaciones estratégicas con los partidos nacionalistas que están sobredimensionados por una ley electoral que no es solidaria con los españoles. Piensan, quienes hoy dirigen el PSOE, que el debilitamiento estructural de la concepción del Estado no deja huella y que su desistimiento en el entendimiento de España no marcará el imaginario de los electores tradicionales de izquierda, en esta España que hasta la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero no había generado la adhesión obligatoria a los nacionalismos periféricos. Si José Montilla no descalifica a Josep Huget pagará las consecuencias porque los catalanes que veían en él a un presidente socialista con agrado, empezarán a pensar que se ha vuelto sencillamente loco.