Actualizado 14/08/2011 14:00

Carlos Carnicero.- Francia era el límite.

MADRID 14 Ago. (OTR/PRESS) -

Silvio Berlusconi ha hecho lo que no se ha atrevido a hacer el Gobierno español: ha subido un diez por ciento los impuestos sobre la renta de los más ricos de Italia. Una paradoja más de esta crisis. Alfredo Rubalcaba se pasea por las ciudades de España, haciendo puerta a puerta, predicando lo que en el gobierno socialista no ha hecho y el líder más conservador de Europa le gana la mano en una medida que además de ser eficaz simboliza el reparto de las cargas en esta crisis.

Ha sido necesario que los tiburones comenzaran a olisquear la bolsa y la deuda francesa para que Alemania, como presidenta 'in pectore' del directorio europeo, prohibiera las especulaciones a la baja. Con esa medida tan simple, se han parado provisionalmente las debacles en los mercados.

Lo razonable sería poner coto a las operaciones especulativas en un sentido más amplio. Pero el Reino Unido, asaltado salvajemente por la pobreza y la marginalidad de sus barrios más deprimidos, no permite que los paraísos fiscales tengan control en la City Londinense. Cosas de conservadores.

Hay varias lecciones de lo que está ocurriendo que convendría no olvidar.

La primera que esta crisis no es exclusiva de los pobres del sur. La deuda, como remedo para un consumo expansivo, está instalada en todo el mundo. Los usureros cambian de humor y de expectativa, pero el sistema necesita combustible para el consumo. Si no hay créditos o son demasiado caros, la economía productiva colapsará.

Segundo, cuando se toca a un país de los grandes, Alemania reacciona.

Tercera, en el camino está quedando hecho jirones el estado del bienestar de países como Grecia, Irlanda, Portugal y España. Pero también de Italia y con la amenaza a Francia.

Si todavía hay economistas que insisten en la responsabilidad de los despilfarradores del sur, demuestran no sólo incompetencia, sino además mala fe. Este tobogán parece una cinta sin fin.

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