MADRID 7 Feb. (OTR/PRESS) -
En el supuesto caso de que existiera un proyecto de José Luis Rodríguez Zapatero, es difícil imaginar un naufragio más generalizado. Los asuntos estratégicos están a la deriva de los vientos y algunos de ellos, estampados en las rocas de una cruel incompetencia. Empecemos por el capítulo de la energía. Con una dependencia energética española que supera de largo el ochenta por ciento, Endesa puede ser alemana en un plazo de semanas. Todo porque el presidente del Gobierno la quiso hacer catalana sin contar con el mercado y la globalización. En uno de esos diseños espectaculares que se le adjudican a Miguel Sebastián -que todavía no era candidato a la alcaldía de Madrid, lo digo por facilitar el conocimiento del ignorado- pretendió el Gobierno que con el Boletín Oficial del Estado podría realizar el milagro de la alquimia de que una empresa pequeña, Gas Natural, sumergida en el entusiasmo catalanista del nuevo Estatut, conseguiría comerse a la grande, Endesa, sin promover una indigestión de los accionistas y del mercado. Enhorabuena a los estrategas Zapatero, Montilla, Sebastián, Gabarró y LaCaixa.
El estatuto de Cataluña amenaza con materializar el segundo capítulo de naufragios. Alguien podría haber pensado que esa norma no daba para más atolladeros. Se equivocó. Todavía puede dar más disgustos en forma de inconstitucionalidad sentenciada por un tribunal que acaba de ser desequilibrado por la aplicación mecanicista de su propio reglamento. Naturalmente que es una decisión con consecuencias políticas, casi todas las sentencias judiciales las tienen. No es la primera vez ni será la última.
Del problema vasco queda poco por decir si se tiene agilidad para seguir la trágica estrategia del gobierno en los telediarios de cada día. La batalla mediática hace tiempo que la llevan ganada ETA y Batasuna. Ahora hemos vuelto, gracias a la entrevista de 'The Times', de cuyo consejo de administración es miembro José María Aznar, a considerar internacionalmente a ETA como un "grupo separatista vasco". El Gobierno es un ejecutivo de diálogo. Podemos estar tranquilos porque hace dos días un portavoz cualificado del socialismo vasco, al observar una estación de tren carbonizada por la kale borroka, fue contundente al afirmar: "con violencia no hay diálogo".
Carlos Carnicero.