MADRID 11 May. (OTR/PRESS) -
Debiéramos respetar la capacidad de extroversión del Rey sin hacer una tesis doctoral cuando vierte una opinión en una conversación informal. Si no actuamos con extraordinaria prudencia al analizar las opiniones del Rey, estaremos cometiendo nosotros la falta de moderación que algunos quieren adjudicarle a Él cuando articula fuera de protocolo algunas palabras.
El Rey se ha congratulado del acuerdo de paz en el Ulster, se ha apresurado a decir que no hay paralelismos con el País Vasco y ha manifestado su opinión de que aquí también habría que intentarlo. No parece que sea esto una ligereza. Pretender que el Rey, en conversaciones informales, solo pueda hablar de fútbol -y sin mostrar pasión por ningún equipo- o del tiempo es absolutamente humillante para el protagonista de La Corona de España.
Convendría que a la prudencia con la que se comporta el Rey correspondieran los medios de comunicación con discreción sobre sus conversaciones privadas e informales. Ni el Gobierno puede sacar pecho porque el Rey haya dicho que hay que intentar la paz en el País Vasco ni la oposición debe rasgarse las vestiduras por entender que el Rey respalda las tesis del Gobierno. Como en España todo está construido sobre la dialéctica de la confrontación, cualquier factor que pueda alimentar uno de los bandos es utilizado de inmediato sin que el Rey quede al margen de esta situación. Lo anómalo en realidad no es que el Rey opine sobre la forma en la que puede llegar la paz al País Vasco, sino el hecho de que Gobierno y oposición no estén de acuerdo en algo tan fundamental.
A quien hay que recriminar es a los partidos su falta de acuerdo y no al titular de la Corona por una conversación privada que se ha hecho pública.
Carlos Carnicero.