MADRID 23 Nov. (OTR/PRESS) -
Mariano Rajoy tiene el ritmo de un asiduo de casino provinciano, de los que refería Machado. Es su estilo que tiene que ver con la naturaleza de un registrador de la propiedad, que sería la profesión más decimonónica si no existiera la de notario. No son críticas, son observaciones.
No va a dar un paso cinco minutos antes de lo necesario por ese sentido que le ha reafirmado en la vida de que el último tren es el que le lleva al destino. En eso está.
Soy partidario por mis profundas convicciones democráticas de dar el beneficio de la duda a quien está en las antípodas de mi pensamiento, sobre todo porque la edad hace valorar más que ninguna otra cosa el sentido común. Y no está escrito que no le aflore en los momentos críticos a Mariano Rajoy.
El presidente 'in pectore' habló ayer con la dueña de Europa, la señora Merkel, que dirige el timón con precisión alemana y empeño de ciudadana de la antigua república del este. Le ofreció Rajoy sumisión para controlar el déficit, empeñando su palabra en ello. Luego, en otro tono, los aledaños de Rajoy han filtrado que le pidió a la señora Merkel ayuda para España en forma de ser considerado en la Europa de la primera velocidad, si la decisión es que haya dos velocidades, y una interlocución privilegiada en el núcleo de los que dirigen Europa, que sería tanto que un sitio en la cama que ocupan Angela Merkel y Nicolás Sarkozy.
Bueno, eso son líneas generales. Veremos la letra pequeña y si la solidaridad entre conservadores funciona mejor que otras.
El mayor riesgo para nosotros, los ciudadanos, es que Mariano Rajoy se emborrache de éxito y piense que el voto obtenido le autoriza a coger la tijera sin mirar donde están las costuras del estrecho traje que nos amortaja a los ciudadanos comunes.
Hay tela que cortar en las sastrerías a medida. Se ha constituido en España una casta de poderosos que tienen remanentes para apretarse el cinturón. Tal vez Rajoy se atreva a lo que nunca hicieron Rubalcaba y Zapatero: aumentar la presión fiscal a los que más tienen para ejemplarizar que las reformas atañen a todos y además recaudar más.
Si Rajoy no demuestra que su implacabilidad no tiene excepciones con los que de verdad tienen, la calle se le revolverá por la sencilla razón de que en su programa electoral no detallo sus planes. Todo está en sus manos, y por ahora nos queda la obligación de permanecer expectantes.