MADRID 7 Oct. (OTR/PRESS) -
Pasan los días y no hay ninguna autoridad económica ni judicial que traslade un mensaje de que es imprescindible poner coto a los desmanes de los ejecutivos de las Cajas de Ahorros que han rascado las cámaras acorazadas para llevarse el último euro como indemnización por haber arruinado estas instituciones.
Si las Cajas eran instituciones financiero benéficas, ha quedado claro quienes son sus beneficiaros. El Gobernador del Banco de España, que conocía las indemnizaciones millonarias, ni siquiera avisó del saqueo.
Elena Salgado, vicepresidenta económica del Gobierno, una vez más no ve motivos de actuación contra los poderosos. Las amenazas no ejecutables quedan para el candidato Rubalcaba que da puñetazos en el aire a los ricos sabiendo que nunca dispondrá del Boletín Oficial del Estado. Qué sabroso debe ser prometer lo que no se ha hecho sabiendo que no se podrá hacer. Eso, señores, es en lo que se ha convertido la política. En silencios del Partido Popular, que va a ganar, y proclamas imposibles del PSOE, que va a perder.
Mientras, los jóvenes manifestantes de Barcelona, los indignados a los que se les fue la mano ante el Parlament de Cataluña, están siendo recogidos por la ciudad y trasladados a mazmorras con la amenaza de arrebatarles cinco años de su vida por unos gritos. Robar no tiene castigo si el volumen del saqueo es suficiente. Protestar es insoportable en esta dialéctica establecida en una democracia que hace agua por los cuatro costados.
El 20-N la sorpresa puede ser la abstención y la destrucción de la trampa del voto útil. Los políticos no solo no son la solución sino que, con la que está cayendo, son el tercer problema en importancia para los ciudadanos. Esto, tal y como está, no da más de sí.