MADRID 7 May. (OTR/PRESS) -
Despejada la duda que todavía algunos "ingenuos" podían tener sobre la viabilidad de un pacto de Estado entre Zapatero y Rajoy, entre el Gobierno y el PP, para afrontar juntos la grave crisis económica que padece España, parece lógico pensar que la solución más razonable es dar la oportunidad a los ciudadanos para que hablen y decidan. Esta solución, intachable desde una óptica democrática, sólo choca con dos obstáculos de entidad: que a quien le corresponde constitucionalmente convocar las elecciones, en este caso adelantándolas casi dos años, es al presidente del Gobierno y no parece que Zapatero esté por la labor. Y en segundo lugar, que el líder de la oposición deseara también ese adelanto, cosa que tampoco está clara.
La situación, desde el punto de vista político, es endiablada. Zapatero no quiere adoptar las medidas que todos los organismos y expertos que saben de esto le aconsejan, porque serían enormemente impopulares, tendrían un gran coste personal y político y de sobra es conocido que la máxima aspiración del actual inquilino de la Moncloa es permanecer en el poder, "como sea". Además, no se conoce ningún presidente que haya convocado unas elecciones anticipadas cuando todas las encuestas indican que las posibilidades de perderlas son bastante altas. Zapatero todavía confía en que en los próximos meses puedan darse algunos signos de recuperación económica que unidos a otras cuestiones -como puede ser el hipotético final de ETA- le sirvieran para recuperar algo su imagen ante un electorado que en estos momentos se encuentra muy desencantado con la gestión que está llevando a cabo para afrontar la crisis económica.
En el caso de Mariano Rajoy, también parece claro que los intereses partidistas priman sobre los generales de los ciudadanos. El líder del PP -siguiendo al pié de la letra el guión trazado por su sociólogo de cabecera, Pedro Arriola- ha optado desde hace tiempo por esperar a que, dicho de forma coloquial, Zapatero se cueza en su propia salsa, es decir, en la salsa de la incapacidad e incompetencia para hacer frente a la crisis económica. Y por eso, Rajoy, como mucho llega hasta aprovechar su rueda de prensa en la Moncloa tras la reunión con Zapatero del pasado miércoles para presentarse como alternativa. Pero ni pide elecciones generales anticipadas -lo que sí hace, por ejemplo, Esperanza Aguirre- ni quiere hacer uso de un instrumento parlamentario que está en sus manos: la moción de censura.
El problema de fondo es que, con toda seguridad, España no aguanta dos años -el periodo de tiempo que queda hasta las elecciones generales del 2012- con esta inacción del Gobierno. El peligro de acabar como Grecia está ahí, y decirlo no significa ni ser catastrofistas, ni ser unos antipatriotas. Lo catastrofista, lo antipatriota y, sobre todo, lo irresponsable por parte del presidente del Gobierno y del líder de la oposición -aunque no en la misma proporción, porque el primero tiene mucha mas culpa, ya que es quien tiene el Boletín Oficial del Estado- es mirar sobre todo por sus intereses partidistas y no poner por delante el interés de España y de los ciudadanos.