MADRID 7 Jul. (OTR/PRESS) -
Aunque los políticos son muy proclives a tropezar dos o más veces en la misma piedra; es decir, no suelen sacar muchas lecciones de sus errores, bien haría el actual presidente del Gobierno en intentar convertirse en una excepción a esa regla. Para ello, debería revisar todo lo que ha hecho mal desde el momento en que nombró allá por la primavera del 2004 a Alberto Saiz como director del Centro Nacional de Inteligencia y que cinco años más tarde ha tenido que dimitir, tanto por las graves denuncias que pesaban sobre él por utilizar los medios del CNI para fines privados, como por el "carajal" interno que había ocasionado en la "Casa" con todo tipo de ceses y dimisiones.
La primera lección que debería sacar Zapatero es que no se puede nombrar para un puesto tan importante a alguien cuyo único "mérito" es ser amigo de un ministro, aunque este fuera alguien tan influyente en aquel momento como José Bono, titular de la cartera de Defensa. Ya se sabe que el presidente no suele valorar ni tener muy en cuenta la trayectoria y la valía profesional de algunos de los que han ocupado responsabilidades ministeriales, porque si lo hubiera hecho, la actual ministra de Igualdad, Bibiana Aido, no hubiera pasado de Despeñaperros, al igual que hubiera sucedido con la ya ex ministra de Fomento, Magdalena Álvarez. Esa elemental medida de prudencia no está en el código de comportamiento de Zapatero y así se explica que una persona como Alberto Saiz, al que durante sus años en la Junta de Castilla-La Mancha no se le conoció ni oficio ni beneficio, llegara, de un plumazo, a través de la mano de Bono, a dirigir, nada más y nada menos, que el Centro Nacional de Inteligencia.
La segunda lección que podría sacar el presidente es que no es muy recomendable empecinarse en el error cometido. Porque no se entiende cómo pudo el Gobierno confirmar en su cargo hace menos de tres meses al ahora dimitido director del CNI, cuando para entonces, es de suponer, que en la mesa de Zapatero ya se acumulaban algo más que indicios sobre las actuaciones irregulares en lo personal y en la pésima gestión en la Dirección del Centro, por parte de Alberto Saiz. A pesar de ello, el Gobierno le confirmó en su cargo, y sólo tres meses después ha tenido que echar marcha atrás.
Por último, el presidente, después de cinco años en La Moncloa, debería sacar una tercera y fundamental lección: con las cosas de comer es mejor no jugar. Porque el desprestigio acumulado en estas últimas semanas por nuestro servicio de inteligencia ante los de otros países, merced a la catarata de escándalos y actuaciones cada cual más esperpéntica del jefe de los espías ha sido mayúsculo. Y el desmantelamiento del Centro, a través de más de treinta ceses o dimisiones de personal cualificado, tardará un tiempo en rehacerse. Por ello, quizás lo único positivo de toda esta historia es el nombramiento, para dirigir a partir de ahora el CNI, de una persona competente y seria como es el General Félix Sanz Roldán.