MADRID 8 Mar. (OTR/PRESS) -
El Presidente del Gobierno y secretario general de los socialistas dijo el pasado fin de semana en su breve intervención ante el Comité Federal de su partido que "la marca PSOE se define y se resume en tres palabras: modernización, solidaridad y derechos". Acosado por las encuestas y sin querer despejar todavía la incógnita de si va a ser o no el cartel electoral de los socialistas en las próximas elecciones generales, Zapatero dio la impresión de pretender elevar la moral de los suyos contraponiendo la fortaleza de unas siglas con la debilidad y desgaste de su propio liderazgo.
Y en eso tiene razón Zapatero. El PSOE, al igual que ocurre en el centro-derecha con el PP, son dos proyectos políticos e ideológicos consolidados que por muy mal que vengan dadas, tienen un nada desdeñable suelo electoral. Es muy difícil que en la España del siglo XXI vuelva a ocurrir lo que le sucedió a la UCD, el partido que lideró Adolfo Suárez y que protagonizó los años de la transición política, cuando en las elecciones generales de 1982 -las que ganó el PSOE de Felipe González- pasó de XXX diputados a 10. El actual sistema electoral consagra y de que manera el bipartidismo.
Pero en la manifestación de Zapatero hay también una confesión de parte y esta no es otra que el reconocimiento del profundo desgaste de su figura política y la pérdida de confianza que ha suscitado en muchos ciudadanos. Su apelación a la fortaleza de las siglas PSOE sólo puede ser entendida en esa clave. Quizás confíe que el votante socialista menos fidelizado tenga en cuenta, cuando se acerque a las urnas, que está votando un proyecto ideológico y político y no tanto a un líder. Es en este punto donde se equivoca Zapatero.
La opinión pública quiere liderazgos fuertes en los Gobiernos y en los partidos. Por eso son cada día más las voces dentro del PSOE que le están pidiendo a su actual secretario general que aclare cual va a ser su futuro político porque muchos de ellos piensan -aunque muy pocos se atrevan a explicitarlo públicamente- que lo mejor sería una retirada de Zapatero, ya que el ciudadano medio une la mala situación que atraviesa España a la gestión del Presidente del Gobierno. Lo que no puede pretender Zapatero es que cuando han venido bien dadas, el mérito sea suyo y, por el contrario, cuando la crisis se ha cebado con los españoles, pedir a estos que no se fijen en quien estaba al frente de la nave, sino que reparen únicamente en la calidad del barco. Eso sería un ejercicio de una cierta esquizofrenia política. Es más que probable que la marca PSOE pague en las urnas -primero en las elecciones autonómicas y municipales de mayo y después en las generales- los errores cometidos durante estos últimos años por Zapatero y eso, aunque este renunciara a ser el candidato.