MADRID 15 Sep. (OTR/PRESS) -
Tengo un amigo que conoce muy bien a los nacionalistas que sostiene que la principal virtud de estos es que son muy constantes y tozudos en su acción política. En otras palabras: que ganan por agotamiento del contrario, es decir de los que no son nacionalistas. Amén de que estos no suelen estar todo el día preguntándose como aquellos: ¿qué soy?, ¿más catalán o vasco que español?, ¿sólo catalán o vasco?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuál es mi esencia? Como se comprenderá, sencillamente agotador.
Viene esto a cuento del referéndum, por llamarlo de alguna manera, absolutamente ilegal, celebrado este domingo en la localidad catalana de Arenys de Munt. A la pregunta "¿está usted de acuerdo con que Cataluña se convierta en un Estado de Derecho independiente, democrático y social integrado en la Unión Europea?", 2.569 ciudadanos de los 6.515 que tenían derecho a voto, respondieron afirmativamente; 61 lo hicieron en contra; 12 votos fueron nulos y 29 en blanco. Es decir, victoria aplastante, el 96,3% de los votos emitidos, a favor de la independencia de Arenys de Munt. ¿Y ahora qué? ¿Son hoy los ciudadanos de Arenys más libres, más progresistas que antes del referéndum? ¿Los que estaban en paro el sábado han dejado de estarlo este lunes?
Lo preocupante no es esta "patochada" vivida en la citada localidad catalana. Lo grave es que la misma haya estado alentada por un partido, ERC, que forma parte del Gobierno de Cataluña que, no es una obviedad recordarlo, está presidido por un miembro del Partido Socialista. Lo grave es que un partido tan del establihsmen y tan trufado de clase media empresarial, como CIU, haya dicho que le parece muy bien la celebración del referéndum, con lo que supone de desprecio absoluto a las reglas del juego democrático que, hoy por hoy, en lo que se refiere al marco jurídico-político de Cataluña como del resto de comunidades autónomas, está definido por la Constitución Española y por los respectivos Estatutos de Autonomía.
Lo preocupante es la falta de respuesta política de fondo y de calado que se percibe desde el Gobierno de España. En gran parte, la política seguida por Zapatero en relación a Cataluña es una de las causas fundamentales del problema. Desde aquel "Pasqual, apoyaremos en Madrid el texto del Estatuto que nos llegue desde Cataluña", hasta el protagonismo que el presidente ha dado a ERC, hasta la aprobación de un sistema de financiación autonómica que favorece descaradamente a Cataluña y al que no es ajeno el hecho de que esa comunidad autónoma sea, junto a Andalucía, el principal caladero de votos del PSOE. Lo preocupante es que el otro gran partido nacional, el PP, tiene una presencia casi marginal en Cataluña, porque ha tenido enormes complejos a la hora de enfrentarse ideológicamente al nacionalismo de derechas que puede representar CIU. Y con este panorama, cualquier cosa puede pasar en Cataluña, diga lo que diga la esperada y "presionada" sentencia del Tribunal Constitucional.