MADRID, 7 Ene. (OTR/PRESS) -
El apoyo que ocho jugadores de la Real Sociedad han mostrado a la manifestación en favor del acercamiento de los presos de ETA a las cárceles del País Vasco que, si la justicia no lo impide, tendrá lugar este próximo sábado en Bilbao, es una muestra más de la grave enfermedad moral que sufre una parte cualitativamente importante de la sociedad vasca. Antes que estos jugadores de fútbol, otros colectivos sociales han mirado para otro lado cuando la violencia terrorista se ha hecho presente en las calles y plazas del País Vasco.
El daño que el terrorismo de ETA ha hecho a la sociedad vasca es de muy difícil evaluación. Evidentemente, si se puede cuantificar la consecuencia más trágica y espantosa: las víctimas mortales que ha causado, la cantidad de familias que han quedado destrozadas porque la sinrazón terrorista les han arrancado un día a uno de sus seres queridos. Pero hay otro tipo de daño que es el que ha ido minando los cimientos morales de una sociedad que durante mucho tiempo se ha resignado, como mínimo, a convivir con la violencia, a mirar para otro lado. Y de ese estado de postración moral, la sociedad vasca tardará mucho tiempo en recuperarse aun en el supuesto, deseado por muchos, de que ETA desaparezca definitivamente cuanto antes del mapa.
Es en ese contexto de degradación moral de una sociedad donde se producen conductas como la de estos ocho jugadores de la Real Sociedad que, lógicamente, ha indignado a las víctimas del terrorismo. Porque estos ocho jugadores, que se sepa, nunca han dicho una palabra en público, como han hecho ahora, cuando en San Sebastián o en Guipúzcoa se ha producido, y han sido muchos en estos años, un atentado de ETA. No se les ha visto nunca en ninguna manifestación de repulsa a la violencia terrorista. ¿Por qué sucede esto? Entre otros motivos, porque en ese clima de degradación moral, la comodidad social durante estos años ha venido dada si se adoptan posiciones que no supongan un rechazo claro y rotundo de ETA y de su entorno y mucho menos un enfrentamiento directo con quienes están en ese sórdido mundo.
Lo normal en una sociedad sana es que fuese, por ejemplo, la propia Junta Directiva de la Real Sociedad, la que desautorizara tajantemente el pronunciamiento público de estos ocho jugadores. Ni una palabra. Lo normal es que fuera la masa de socios del club la que en el próximo partido que la Real jugara en Anoeta hicieran sentir su protesta hacia estos hechos y hacia esos jugadores concretos. No esperen ustedes tal cosa. Es mas, quizás, una buena parte de esa masa social esté de acuerdo con ellos. Tienen que ser los propios vascos quienes reaccionen en primer lugar contra este estado de cosas. Algunos lo vienen haciendo desde hace tiempo lo que les ha costado el aislamiento social, el tener que abandonar su tierra o incluso en algunos casos, la vida.