MADRID 1 Feb. (OTR/PRESS) -
Ha pedido Zapatero a su partido este fin de semana en Zaragoza que deje de hablar de su sucesión y que se centre en los problemas de los españoles y no en los del PSOE. Estaría bien esta petición del presidente del Gobierno si al mismo tiempo hubiera predicado con el ejemplo, porque hay que recordar que antes de las Navidades fue el propio Zapatero el que de forma un tanto frívola, en un corrillo con periodistas en la Moncloa, dijo que la decisión ya la tenía tomada y que sólo la conocían su mujer y un alto dirigente del partido. A partir de ahí, barra libre para la especulación.
Que Zapatero decida o no volver a ser candidato del PSOE en las próximas elecciones generales no es algo baladí, ni para su partido, ni para su directo rival político, el PP, ni en general para los españoles. A día de hoy, conociendo algo la idiosincrasia del personaje, tengo para mí que todas las posibilidades están abiertas. Lo normal, lo lógico, es que después de haber tenido que tomar una serie de medidas que contradicen absolutamente el programa socialista, pero que eran imprescindibles para intentar salir de la crisis, Zapatero opte por dar un paso atrás y dejar el camino libre a otro candidato menos "abrasado". Todas las encuestas publicadas después del verano coinciden en dos aspectos en lo que se refiere al PSOE: que la desventaja de este partido en relación al PP en intención de voto no hace mas que crecer, llegando hasta los dieciocho puntos y que la valoración y credibilidad de Zapatero está en caída libre. También es verdad que la valoración que cosecha el líder de los populares es muy similar a la del actual inquilino de la Moncloa.
La proximidad de las elecciones autonómicas y municipales ha hecho que el nerviosismo cunda en las filas socialistas y que algunos "barones" regionales -como es el caso del castellano-manchego Barreda o del extremeño Fernández Vara- demanden de Zapatero que haga pública su decisión antes de esa cita electoral, temerosos de que de no ser así, las elecciones autonómicas se conviertan en un plebiscito sobre la figura del actual presidente, lo cual entienden esos "barones" que les perjudicaría.
Decía este verano el prestigioso semanario The Economist que las próximas elecciones generales en España las ganará aquel de los dos grandes partidos nacionales que tenga la "generosidad" de cambiar de líder. No parece que Rajoy esté muy dispuesto a dar un paso atrás, ahora que todas las encuestas le sitúan a las puertas de la Moncloa. Por lo tanto, sólo queda la duda si lo hará Zapatero, por voluntad propia o forzado por las circunstancias. Pero quien le dé por muerto se equivocará de plano. El personaje ya ha demostrado a lo largo de su trayectoria política que es un "killer" y que tiene una capacidad de recuperación muy notable.