MADRID 22 Feb. (OTR/PRESS) -
Me parece que si hay un motivo que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero no puede alegar sin sonrojo para suspender la tramitación de una ley es que ésta es causa de confrontación electoral o política, como acaba de hacer por boca de la ministra de Sanidad con la llamada ley del vino. Sin ánimo de ser exhaustiva, pero, vamos a ver, ¿es que acaso le ha importado a Zapatero "la confrontación" en el proceso de paz con ETA, en la división de las víctimas, en la memoria histórica, en el Estatuto catalán, en los matrimonios entre personas del mismo sexo, al derogar el Plan Hidrológico, en todas y cada una de las leyes de educación que ha aprobado o en la ley del Tabaco? ¿Y qué si no institucionalizar la "confrontación" fue el Pacto del Tinell, cuyo único objetivo conocido era sacar al PP del mapa político? ¡Menudo descaro!
A mí, incluir el vino en la ley del alcohol me parece disparatado, especialmente sin siquiera oír de entrada y despreciar de salida los argumentos de un sector que, como el del vino, crea muchísima riqueza y da muchísimo trabajo en nuestro país; pero, echémosle un poquito de "talante" al asunto, pongámonos en el lugar del Gobierno, supongamos que, primero la ministra de Sanidad y a través suyo el propio presidente del Gobierno, ha llegado honestamente a la conclusión de que es imprescindible incluir vino en la ley del alcohol para proteger a los menores del alcoholismo.
Gobernar es elegir, a veces la opción más impopular de las posibles. Y en el supuesto que estamos planteando, los menores: es decir, la salud de nuestros hijos e hijas, sería, evidentemente, el bien mayor de la ecuación, ¿no?, un bien ante el que cualquier consideración económica debería ceder, ¿verdad?. En otras palabras: el bien superior a proteger. Un Gobierno responsable nunca debe renunciar a algo así porque pueda quitarle votos, no señor, eso sería una enorme irresponsabilidad. Sin embargo, a juzgar por las palabras de la propia ministra de Sanidad, eso es lo acaba de hacer el Gobierno... para no perder votos. O, ¿de que otra forma se puede entender que la razón para paralizar "indefinidamente" esa ley, como ha dicho la ministra, es que "es causa de confrontación política y electoral"? La ley del vino tiene en pie de guerra electoral a más de la mitad de las autonomías, buena parte de ellas gobernadas por los socialistas. Y en mayo, o sea a la vuelta de la esquina, hay elecciones. Demasiado cerca, en mi opinión, como para que Santa Propaganda, Santa Amnesia y Santa Demagogia obren, esta vez, el milagro, de hacernos creer que también lo del vino es culpa, ¿adivinan?: del PP.
Consuelo Sánchez-Vicente.