MADRID 6 Abr. (OTR/PRESS) -
El laicismo de Zapatero se queda en nada cada Viernes Santo en España donde millones de ciudadanos nos echamos a la calle para participar en procesiones de Semana Santa donde se conjuga lo religioso con lo militar y se confunde el Estado con la religión (la católica, por supuesto). No porque lo haya decidido nadie repentinamente, ni por fastidiar al Gobierno que tenemos en Madrid, ni porque la carcundia lo inunda todo, como diría algún representante de ese Gobierno, sino porque se trata de una tradición enraizada en la cultura del pueblo español; uno va a presenciar el desembarco en Málaga de la Legión, un espectáculo emocionante como pocos, se acerca a la iglesia de Santo Domingo a presenciar como los soldados recién llegados de Afganistán rinden honores a su Cristo de la Buena Muerte y se encuentra rodeado de jóvenes y mayores, sobre todo muchos jóvenes, a quienes les caen las lágrimas por las mejillas, ¿por el Cristo?, ¿por la Legión? ¿por la letra de su himno, el que habla del que dio su vida por defender la bandera? ¿por el himno nacional que suena en el momento oportuno?
No hay que ser de derechas, ni nacionalista radical para que a cualquiera le embargue por unos momentos la emoción al paso de la bandera, o cuando suena el himno nacional al iniciar el paso de una virgen su salida por las calles de un pueblo o ciudad. Como tampoco hay que ser devoto católico para declararse en estos días fiel seguidor de un Cristo de una cofradía determinada. Es un hecho que, aunque el Gobierno Zapatero no lo entienda, tiene una dimensión cultural de las importantes, de las que se transmiten de padres a hijos y que siguen importando a pesar de que ya no se hablan de ellas en los libros de Historia con los que se enseña en la LOGSE.
Este jueves Santo en Málaga se echó de menos la presencia del ministro de defensa para que, como es costumbre, acompañe a la Legión en su desfile por las calles de la ciudad, como el miércoles alguien se dio cuenta de que esta era la primera Semana Santa que se recuerda en que el director general de la Guardia Civil no desfiló ante la imagen del patrón de ese cuerpo, el Cristo de la Expiración, una talla impresionante de Benlluire bajo cuya cruz figura el inevitable tricornio. La verdad, ni siquiera estas ausencias han levantado polémica alguna en la ciudad. Si España tiene un Gobierno que ignora donde anidan las tradiciones más queridas de su gente, peor para él. El pueblo que, en número mayor cada año, acompaña a esas imágenes por Málaga y por tantos otros lugares sigue teniendo claro cuales son sus creencias, sus sentimientos y sus valores.
Curri Valenzuela