MADRID 19 Oct. (OTR/PRESS) -
Esa cifra mágica, diez por ciento, es la alcanzada por los inmigrantes respecto a la población española, con lo que nuestro país se convierte en el segundo del mundo, solo superado por los Estados Unidos, en el ranking mundial de inmigrante por habitante nacional. Todo un récord del que debemos alegrarnos, por un lado, por haber alcanzado esa cifra de forma muy rápida pero sin prácticamente ninguna convulsión social. Pero del que también hay que lamentar la poca preparación con la que los gobiernos de todos los niveles han tenido que afrontar esa cambio tan profundo de lo que los cursis llaman la multiculturalidad.
Otros países europeos, como Francia o Alemania, no llegan a ese diez por ciento pese a que para ellos la inmigración ha sido un fenómeno de evolución lenta registrada a lo largo de medio siglo. En España esto ha sucedido en menos de una década. Parece un milagro que, salvo incidentes aislados como el que precisamente ocurrió ayer en un barrio marginal de Madrid poblado por marroquíes, los españoles hayamos asimilado esa pacífica invasión con altas dosis de tolerancia e incluso magnificencia, al ir perdiendo beneficios sociales como viviendas protegidas o plazas escolares que necesariamente van ahora a parar a la nueva clase social menos favorecida: la compuesta por los recién llegados de otros países.
Quizás porque sabemos que su mano de obra y su aportación al fondo de pensiones nacional nos hace falta, la gran mayoría de los españoles hemos recibido a los inmigrantes con los brazos abiertos. Pero no hay que ser ciegos, como muchas autoridades han demostrado por su comportamiento, a los cambios que este fenómeno ha producido, desde el casi colapso de los centros sanitarios de grandes ciudades con alto nivel de inmigración a los nuevos delitos que tienen como protagonistas a una minoría de inmigrantes, ciertamente, pero que suponen un desafío para las fuerzas de seguridad españolas que tienen que combatirlos. Al menos habría que pedir que la publicación de esa cifra oficial del diez por ciento sirva para que el Gobierno y todos los afectados se paren a considerar a debatir los efectos de ese número y si hay que poner freno o no a su previsible aumento.
Curri Valenzuela.