MADRID 16 Sep. (OTR/PRESS) -
Los radicales catalanes llevan cinco años gobernando en Cataluña y tres y medio siendo aliados indispensables para que Zapatero gobierne en Madrid y si ahora sus seguidores queman banderas españolas y retratos del Rey no solo tenemos un problema quienes nos sentimos ultrajados por el hecho en sí y por la pasividad de las fuerzas de orden público ante quienes cometen ese delito, sino que es el propio presidente del Gobierno quien tiene que salir a la palestra y explicar hasta donde está dispuesto a consentir que sus amigos y aliados ataquen las bases de los símbolos de la convivencia entre españoles. Que no solo son símbolos, porque la bandera y el Rey constituyen la esencia de lo que conocemos como España.
España, esa España de la que de pronto se le llena la boca a Zapatero, seguramente no por casualidad y sí por las encuestas preelectorales, no es un ente abstracto que vale para ser invocado en los mítines o colocarse de adorno como un lema-eslógan ("Gobierno de España") en los documentos oficiales y la propaganda institucional. España es un Estado y el presidente del Gobierno o lo defiende cuando es atacado desde dentro o no. Pero no vale que nos sermonee con la grandeza de España en los mítines y diez minutos después pacte en el Parlamento para que quienes se la quieren cargar le mantengan en el poder.
Estaba mejor Zapatero, más coherente consigo mismo y su manera de actuar, cuando proclamaba aquello de que el concepto de Nación "es algo discutido y discutible". Entonces ya sabíamos que quería gobernar junto a quienes lo discutían. Su problema de incoherencia llega ahora, cuando los nacionalistas radicales se están radicalizando aún más mientras el Presidente quiere aparecer en las fotos envuelto en la bandera de España. Para salir así por la televisión tiene que aparecer como un autista, envuelto en la bandera pero autista, que no se entera de que los nacionalistas vascos y catalanes están planeando con fechas concretas convocar referéndum de autodeterminación, muchos alcaldes socialistas se niegan a que la misma bandera ondee en los ayuntamientos de esa comunidades y la policía autónoma catalana se cruza de brazos a mirar como varios cientos de personas se ponen a quemar imágenes del Rey a un kilometro de donde se encuentra hablando Don Juan Carlos. Si Zapatero quiere que cosas como esta no vuelvan a ocurrir, no le vale con pedir al fiscal que actúe cuando los hechos se han consumado, sino que tendrá que actuar para impedir que sucedan. Si quiere, que lo haga. Y si no, que deje de hablar de España, España y de hacerse fotos con la bandera nacional.
Curri Valenzuela