Actualizado 15/12/2007 01:00

Esther Esteban.- A debatir toca y... que gane el mejor

MADRID 15 Dic. (OTR/PRESS) -

La última vez que vimos un debate cara a cara en televisión entre los dos aspirantes a ser inquilinos de la Moncloa fue en 1993 y sus protagonistas eran Felipe González y José María Aznar. Aquello resultó ser todo un acontecimiento, que fue seguido nada menos que por diez millones de espectadores. Pensamos que después de aquel duelo televisado, el asunto se convertiría en algo habitual para todas las citas electorales que se celebraran en adelante, pero no fue así ni mucho menos. Han tenido que pasar nada menos que 14 años para que la historia se repita y, a falta de concretar cómo se hará, ya sabemos que tendremos ocasión de ver dos cara a cara entre Zapatero y Rajoy, uno al final de la precampaña y otro en el ultimo tramo de la Campaña, cerca del 9-M.

La cosa promete porque, tal como está el panorama -con todas las encuestas enquistadas en el empate técnico arriba o abajo entre PP y PSOE- los aspirantes se la juegan, y mucho, en ambas citas. Ahora la polémica está en que televisiones se llevaran "el gato al agua", después de que Rajoy haya dicho que, al menos de entrada, excluye a Televisión Española por considerar que la pública no le ofrece garantías de imparcialidad. Personalmente me parece un error esa exclusión, aunque para el líder del PP no sea fácil de olvidar todas y cada una de las veces que durante esta legislatura en los informativos de TVE se han colado "casualmente" junto a su imagen alguna secuencia bien de las torturas en la prisión de Abud Ghraib, de la guerra de Irak o los encapuchados de ETA, lo que desde su partido han considerado como una burda manipulación para conducir al equívoco a los espectadores. Tampoco en el PP olvidan, por ejemplo, que la presencia de Zapatero en los informativos el pasado mes de octubre haya sido un 65 por ciento superior a la suya y una gran cadena de agravios que desgranan, a modo de rosario de espinas, cuando preguntas ¿Por qué?

Sea como fuere y para evitar cualquier sobra de sospecha, tal vez la mejor fórmula es que sean los propios partidos quienes organicen el set de los debates, que se decida el formato y la persona que los modere de manera consensuada y así que todas las televisiones publicas y privadas puedan emitirlos, si lo desean, en igualdad de condiciones. De esta manera, además, los debates entre los líderes no estarán sujetos a las siempre tentadoras leyes del mercado publicitario y nadie podrá acusarles de querer premiar económicamente a las cadenas más amigas y castigar a las que menos les complacen. He dicho varias veces en esta misma columna, y lo mantengo, que los debates electorales no debía ser voluntarios o estar sometidos a los intereses tácticos y estratégicos de los partidos, sino obligatorios porque los ciudadanos tenemos derecho a ellos, toda vez que los mítines son algo del pasado que solo sirven para calentar a las propias bases y estimular a los ya convencidos.

Ahora solo cabe esperar, cruzar los dedos y que los políticos cumplan con su deber no poniendo excusas de última hora para el desencuentro. El debate televisado debe ser, desde ahora, una cita obligatoria en las convocatorias electorales y si por otros intereses espurios se pretende que vuelvan a ser la excepción y no la norma, los políticos deben pagarlo en las urnas. A debatir toca y... que gane el mejor.

Esther Esteban.

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