MADRID 28 Abr. (OTR/PRESS) -
Que Maragall sea noticia por una de sus "maragalladas" es normal. Lo que ya no lo es tanto es que, con sus afirmaciones, se cargue de un plumazo lo que, en teoría, debía ser su gran legado político. El expresidente de la Generalitat ha salido ahora ¡a buenas horas mangas verdes! diciendo que en vez de haber tirado por la calle de en medio con el Estatut, se debería haber propuesto una reforma previa de la Constitución, lo que significa, ni mas ni menos, dar la razón a sus adversarios políticos cuando afirmaban que el Estatut era una reforma encubierta de la Carta Magna y por lo tanto inconstitucional.
El desastre del tripartito que presidió Maragall, que dió la puntilla a su controvertida carrera política, consiguió sacar con forceps un polémico Estatut, cuya tramitación se llevó por delante no sólo al Gobierno que lo impulsó, sino la convocatoria de elecciones y la repetición de la jugada con Montilla al frente que, desde su toma de posesión, no para de tener disgustos. Supongo que para el nuevo presidente de la Generalitat oir en boca del padre de la criatura que cometieron un error "al proyectar la reforma del Estatut en lugar de la reforma de la Constitución" le ha provocado un auténtico cólico cerrado. ¿Qué podrá argumentar ahora si el Tribunal Constitucional emite un dictamen contrario a una parte sustancial del articulado? De ahí el nerviosismo que tales afirmaciones han provocado en las filas socialistas y la alarma de sus compañeros de viaje en tal aventura. No es de extrañar que Artur Mas se mostrara perplejo y que tanto el PP como Ciutadans se apresuraran a darle la "bienvenida al club" de quienes desde un principio se oponían al texto argumentando que se convertiría en un autentico semillero de conflictos.
Pero sobre todo las afirmaciones de Maragall dan la razón a compañeros de su partido como Rodriguez Ibarra, José Bono, José Maria Barreda o Paco Vazquez, entre otros muchos, que en su día, tanto pública como privadamente se alejaron de la tesis oficial abanderada por Zapatero por considerar como llegó a decir el ex presidente de Castilla-La Mancha que "quien se aleja de la mesa común es porque quiere comer más". El problema es que al PSC la comilona se les está atragantando desde el primer día y no solo por el Estatut. ¿Qué pensara Montilla en su fuero interno cuando vea que Carod Rovira dice sin despeinarse que está dispuesto a dar el Gobierno a CIU a cambio de un referéndum identitario o cuando le oye anunciar a bombo y platillo la apertura de siete embajadas de Cataluña en tres Continentes?
Supongo que eso- por utilizar la expresión de Jordi Sevilla- a un charnego no le debe a hacer mucha gracia ¿O si?. Lo dicho, la comilona ha producido un cólico cerrado de esos que no se arreglan con Almax sino que requieren cirugía de estómago. Y claro, eso es tanto como admitir que lo hecho hasta ahora no solo ha sido un error sino un auténtico despropósito. Y lo que te rondaré morena...
Esther Esteban.